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Mostrando entradas de febrero, 2015

Carta a Luis Tomás Oviedo

Luis Tomás querido: Muchos podrán tomar tu retirada de esa esclavizante red social que se llama Facebook como acto de soberbia, un gesto más de la consabida intolerancia que han exhibido los peledeístas desde que, por obra y gracia de Joaquín Balaguer, alcanzaron el poder soñado, y eso, que el sueño les quedó corto, cortísimo. No les alcanzó la imaginación para prever lo que significaría el poder en sus manos, en sus vidas. Conozco varias excepciones a la regla del comportamiento morado desde entonces. Sé que queda un par de peledeístas como tú, romántico de la política, comprensivo de ciertas conductas y, aunque negado a ver evidencias, llenos de amor, flexibilidad y tolerancia para los indiscutiblemente bellacos de su partido, estén o no en puestos de poder. No estoy negando ni ocultando los “desasurdos” de los demás partidos, mientras tuvieron el poder y aun fuera del poder, de todos modos parte integral de este sistema tan desagradable que nos rige. Lo que quiero

La mesa principal

Cada vez que asisto a un cierto tipo de actividad, paso días y días físicamente adolorida por los empujones y pisotones que ningún sistema de protocolo ni de seguridad logran controlar, y emocionalmente golpeada por el deplorable espectáculo que representa esa nunca bien ponderada mesa principal, muchas veces con sillas, no necesariamente más cómodas, sino más vistosas, la cantidad de sillas detrás de esa mesa principal, con frecuencia en una tarima, la reservación de las primeras filas para altos dirigentes de la misma organización e invitados especiales y el triste matadero del resto de los asistentes por ponerse “donde el capitán los vea”, y diría “los capitanes”, porque se trata de “los grandes”, como los llaman, y la prensa. Esto se da también en reuniones mucho más pequeñas, periódicas. A veces, hay más participantes sentados en la nunca bien ponderada mesa principal. Y es que hay quienes no aceptan menos. Lo que no entiendo es cómo se puede hablar de igualdad recordan

Confraternidad

Doy por hecho que cada aspirante a una candidatura del partido al que pertenece sabe con qué cuenta para ganar o no la convención, las primarias, o como se llame el método utilizado para llenar las boletas y presentarse a las elecciones. Está claro que los votos con los que se gana una candidatura no son suficientes, en ningún caso, para llegar al puesto en las elecciones. Ni siquiera bastan todos los votos del partido al que se pertenece. Si fuera así, no habría que hacer campaña, no habría que desgastarse buscando votos en todo el país y fuera de él. Es por eso que ningún precandidato, a lo que sea, puede ni debe enemistarse con, maltratar a, ni desdecir de los otros precandidatos y quienes los apoyan. Lo mismo va para los seguidores de cada precandidato. Si nos hemos organizado todos en el mismo partido, es porque tenemos afinidades grandes y sólidas en términos de lo que queremos para el Estado, para la sociedad. Se supone que el propósito es lograrlo, entre otras, col