El cuerpo del delito
Comentaba con un amigo, no solamente sobre el estilo tan lejano al ejercicio político como se concibe, sino sobre los incalculables – por evidentemente alucinantes - gastos de un conocido en común durante su candidatura a miembro del comité central del partido de gobierno, sabiendo, como sabemos que no ha heredado fortuna; que, como profesional, por muy bien que le vaya, no puede dar para tanto; y, que el puesto que tiene en el gobierno no es un ministerio, ni una dirección general, ni una dirección nacional, ni se trata de una oficina recaudadora, sino de servicios en principio gratuitos. Mi amigo dijo: “ése es el cuerpo del delito”. Y no es abogado. Ni yo. Vivimos rodeados de cuerpos del delito; es más, somos cuerpos de delito. Sí, porque nada más revelador que nuestras condiciones de vida, todo lo que se nos niega, todo lo que se nos arrebata, todo lo que se nos conculca, con el único y exclusivo fin de engrosar las arcas de quienes llegaron al poder con hambre atrasada, con ...