Terrible experiencia: hogar de ancianos
Recibí la llamada de una amiga con quien no hablaba (ni nos hemos visto) desde el día de las elecciones de mayo pasado. Fuimos vecinas mucho tiempo y quedamos con buen nivel de compromiso, de gratitud, de afecto, de amistad. Ella tiene más de 80 años y ciertas limitaciones de movilidad. También es diabética. Soltera, sin hijos, sus hermanas, que siempre han sido muy unidas, son más o menos de su edad, y su legión de sobrinos, además de casados y con hijos, tienen que ocuparse de sus respectivas madres. Se quedó sin “cuidadora”, como se dice ahora, y no eructó para irse a un hogar de ancianos donde pagaría RD$84 mil pesos mensuales, una suma de la que no todas las familias dominicanas disponen para todo lo que conlleva criar a sus hijos, pagar la hipoteca de la vivienda, el préstamo del vehículo, la educación privada, la sala de tareas o las clases complementarias (música, idiomas, deportes, artes, etc.). Me contó la pesadilla que vivió durante los 14 días que soportó