Terrible experiencia: hogar de ancianos

Recibí la llamada de una amiga con quien no hablaba (ni nos hemos visto) desde el día de las elecciones de mayo pasado. Fuimos vecinas mucho tiempo y quedamos con buen nivel de compromiso, de gratitud, de afecto, de amistad.

 

Ella tiene más de 80 años y ciertas limitaciones de movilidad. También es diabética. Soltera, sin hijos, sus hermanas, que siempre han sido muy unidas, son más o menos de su edad, y su legión de sobrinos, además de casados y con hijos, tienen que ocuparse de sus respectivas madres.

 

Se quedó sin “cuidadora”, como se dice ahora, y no eructó para irse a un hogar de ancianos donde pagaría RD$84 mil pesos mensuales, una suma de la que no todas las familias dominicanas disponen para todo lo que conlleva criar a sus hijos, pagar la hipoteca de la vivienda, el préstamo del vehículo, la educación privada, la sala de tareas o las clases complementarias (música, idiomas, deportes, artes, etc.).

 

Me contó la pesadilla que vivió durante los 14 días que soportó en aquel infierno: que la despertaban, a ella y a todos los demás, a las 6 de la mañana; los bañaban y les daban desayuno. Pasaban el día como vegetales, ni media actividad. A las seis de la tarde, la cena, e inmediatamente a la cama.

Una vez acostados, los amarran a la cama (no recuerdo con qué) por tres partes del cuerpo, a pesar de que las camas tienen barandillas. Apagan las luces inmediatamente. Poca ventilación, ni medio abanico, mucho menos aire acondicionado, y el personal, nada amable.

Si me dijo algo de la calidad de las comidas o del nivel de limpieza, no lo recuerdo, pero apuesto a que no es nada mejor que esto que estoy compartiendo.

RD$84,000 al mes son RD$2,800 diarios. Supongo que algo le estaban calculando por el barrio donde se encuentra: en El Millón, en frontera con Las Praderas.

En esos lugares, administran, pero no proporcionan medicamentos. O sea, estamos hablando de un determinado tipo de pensión, una habitación con comida, como se usaba hace un tiempo. Y, en este caso, una habitación compartida con más de una persona. El baño, seguramente compartidísimo. No sea nadie pendejo.

Con RD$84,000, se puede pagar, no una sino tres cuidadoras en turnos rotativos, que le hagan todo a su gusto en su casa, durmiendo en su cama.

Y ella está haciendo algo parecido, incluso con una suma menor. Pero no ha salido del espanto que le produjo esa terrible experiencia.

Estoy horrorizada. No sé a qué institución le corresponde regular y supervisar esos lugares, lo que sé con seguridad es que no están haciendo su trabajo.

Todavía no voy por ahí, me falta un buen rato para llegar a los 80 y ni sé si estaré viva para entonces, pero solo de pensar en verme en una situación así, me da “eteriquito”.

Si no entiendo cómo mi amiga aguantó 14 días, mucho menos entiendo cómo otros llevan o están por llevar más tiempo así.




Comentarios

Piera Banks ha dicho que…
Aterra ése relato, pone a uno a pensar en cuando nos toque.

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