Articulista invitado
Paradójico y misterioso DGII
Por Segundo Imbert
Brugal
Una institución
estatal que en la última década exhibe la eficiencia necesaria para cumplir sus
funciones, dirigida por profesionales competentes y honestos, ha sido la
Dirección General de Impuestos Internos (DGII). Moderna y celosa, aporta al fisco las
contribuciones necesarias para el manejo del presupuesto nacional. Hoy día, no
hay negocio o particular que no la respete, puesto que no se anda por los ramos
a la hora de clausurar establecimientos y someter a ciudadanos evasores.
Ante esa
incuestionable rectitud e impecable profesionalidad, hay algo que no acabo de
entender, mortificándome el pensamiento como cuando intento identificar al
asesino de alguna novela de Agatha Christie: me pregunto por qué la DGII se
muestra blandengue, desinteresada e indiferente, cuando se trata de investigar las
fortunas inexplicables de antiguos funcionarios, presidentes, y de tantos nuevos
ricos que orondos conviven entre nosotros. Sin duda, contrasta con la celeridad
y contundencia con la que supervisan a los demás ciudadanos.
Las dependencias
contributivas son, en gran número de países civilizados, auxiliares
indispensables de la justicia que, sin su asistencia, dejarían sin castigo a
conocidos criminales, duchos en manejar trampas y pagar a todo tipo de abogados
para evadir sentencias en los tribunales ordinarios.
Al Capone, infame gánster de Chicago, pudo, una
y otra vez, callar testigos, jueces, jurados, y asesinar a quienes pudieran
desvelar sus crímenes. Salía libre de cada proceso judicial que enfrentaba.
Pero un día revisaron sus libros contables; entonces, sólo entonces, pudieron
condenarlo a once años de prisión. Cumplió ocho, muriendo poco tiempo después.
Meses atrás, el
contable de las empresas de Donald Trump fue detenido por evasión de impuestos,
y todo indicaba que su jefe iría a juicio por la misma razón. No ha sido por
casualidad que los adversarios del expresidente hicieran lo posible por obtener
la documentación de sus “taxes” desde que fuera candidato. Finalmente lo han conseguido.
Trump evade sistemáticamente la justicia. Ahora, de comprobársele fraude
fiscal, podrían serle inútiles sus triquiñuelas legales. No es a cualquier
dueño de “Burger King” que investigan, es al líder más poderoso de la oposición
política norteamericana. Nadie se escapa del IRS.
Si echamos una
ojeada por Europa, comprobaremos que las oficinas recaudadoras no se andan con
contemplaciones; caen presos celebridades, políticos, empresarios y, en la
actualidad, a su majestad Juan Carlos I de España le han obligado a pagar lo
que le debía al fisco.
Como de
costumbre, una cosa es por allá y otra por aquí. Entre nosotros, siguen dándose
paradojas que estimulan la natural sospecha del dominicano y avivan las especulaciones. La actitud de la DGII frente a
funcionarios de gobiernos anteriores es una de esas paradojas imposible de
explicar.
No puede
tratarse de incompetencia, deshonestidad ni complicidades, puesto que sus
ejecutivos están libres de sospecha. De ahí el misterio: ¿De qué manera se
justifica que no existan hoy un par de docenas de políticos millonarios bajo investigación
por ese organismo estatal? Si lo están, el proceso lleva demasiado tiempo y es
secreto. Nadie se ha enterado.
Puede que muchos
nos hayamos equivocado, mal pensado, y esos malandrines en realidad sean dueños
de fortunas bien habidas, gente que paga fielmente sus impuestos. Pero tan extraordinario
descubrimiento, no se lo creería ni el “Bobo de la Yuca”, aquel a quien le
cantaba Benny Moré.
NOTA: Este artículo fue escrito para la columna Catarsis que aparece cada lunes en el periódico digital acento.com.do, y que no será publicada este lunes.
La foto que aparece más abajo fue copiada y pegada de la página de Acento.
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