Rompamos el maleficio
Después de la Revolución de Abril de 1965, y a partir de 1966, todos los que han llegado al poder lo han hecho por la vía de candidatos escogidos por partidos políticos en procesos electorales que, para los fines de esta publicación, no tiene sentido calificar.
Lo que pretendo recordar es que, cual maleficio, los
partidos que han ejercido el poder desde 1966 se han dividido durante y después
de un ejercicio que tampoco viene a cuento evaluar.
A ver. En 1966, primeras elecciones después de la
revolución, ganó el Partido Reformista. Joaquín Balaguer presidente y Francisco
Augusto Lora vicepresidente. El vicepresidente Lora no consiguió la - no sé si
prometida, pero con seguridad anhelada - candidatura presidencial del PRSC para
1970, abandonó el reformismo, y creó el Movimiento de Integridad Democrática
Anti-reeleccionista (MIDA), por el que fue candidato presidencial en 1970, 1974
y 1978.
Si nos dedicamos a elaborar la lista de partidos
emanados de disgustos de esa naturaleza, no terminaremos nunca. Por supuesto,
estamos dejando fuera las divisiones de los partidos que nunca han llegado al
poder, sean de derecha, de izquierda, de centro o, eminentemente, sin la más
mínima ideología, sin el menor compromiso social, moral o político. Solo
ambición, básicamente personal. Y en no pocos casos, vanidad.
En esta lista no cabe la escisión del PRD en 1973.
Aunque el PRD había estado en el poder antes de la Revolución de Abril de 1965,
la separación de Juan Bosch y su consecuente engendro se debió más bien a “un
choque de trenes”. No ocurrió estando en el poder ni a poco tiempo de haberlo
perdido.
El PRD, ya sin Juan Bosch, llegó al poder en 1978 y lo
conservó en 1982. Llegó vivo al 2000 y, ya de salida, se fue Hatuey y fundó el
Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD), en esta ocasión, porque le
desconocieron su candidatura presidencial, ganada de buena lid y, sobre todo,
por su apego al principio estatutario que prohibía la reelección presidencial.
(Debieron prohibirla en el Congreso y los Ayuntamientos).
La división PLD todavía está fresca e inconclusa, en pleno
proceso, a la vista de todos, totalmente predecible. No hay que mencionarla.
Otros dirigentes perredeístas también crearon partidos,
algunos de los cuales todavía existen, incluyendo la Alianza Social Dominicana,
antigua Alianza Social Demócrata, cuya franquicia adquirió hace años el Dr.
José Rafael Abinader de manos del Dr. Juan Isidro Jiménez Grullón. Y es esa ASD
la que se convierte en PRM (Partido Revolucionario Moderno) cuando los
perredeístas tomaron la decisión de dejar a Miguel Vargas el jacho y las siglas
del PRD después que se ocupó con verdadera entrega de que el partido que
presidía perdiera las elecciones de 2012 porque él no resultó candidato a la
presidencia de la república.
(No ganó la candidatura presidencial del PRD, primero
porque su contrincante era y es carismático y segundo porque perdió el chin de
simpatía y la escasa credibilidad que tenía cuando firmó el infame Pacto de las
Corbatas Azules con el entonces presidente Leonel Fernández, actualmente ex
peledeísta y presidente de la FUPU.)
El PRM, por supuesto con vocación de poder y con miras
a las elecciones de 2016, fue estructurado sobre bases más claras, más de
acuerdo con estos tiempos, y todos sabemos que los resultados de esas
elecciones estaban decididos y fueron divulgados mucho antes de que terminara
el sufragio.
Durante el período gubernamental de 2016 a 2020,
mientras las Marchas Verdes desnudaron de manera implacable las atrocidades del
gobierno del PLD, logrando debilitarlo, el PRM se proyectó como una opción
sólida, esperanzadora, creíble y segura y así, en medio de tantas adversidades,
ganó arrolladoramente las elecciones de 2020.
Es cierto que hemos visto muchas cosas que no
esperábamos, otras con las que no comulgamos. Encima, no hemos visto muchas
cosas que dábamos por compromisos. Sin embargo, es innegable que se respira
otro aire, que se está capeando más de un temporal, en fin, aunque muchas cosas
no estén caminando a la velocidad deseada, todavía podemos esperar que mejoren;
que, al final del mandato, habrá buenos resultados para mostrar.
Entonces, lo que manda el momentum es hacer profesión
de fe y de apego a los motivos que nos llevaron a apoyar y elegir la propuesta del
PRM, y romper el maleficio.
Que no retire su militancia, ni abandone sus funciones
– si las tiene – ni un solo perremeísta por no haber conseguido lo que
aspiraba, o peor, arrastrados por cualquier seudo líder que no logre imponerse en
determinada coyuntura, es decir, un derrotado, sea de estreno o reincidente.
El PRM es el único partido mayoritario actualmente. Aunque
haya insatisfacciones y no falten mal portados, el PRM es el partido del
presente y del futuro. Como decía Peña Gómez y repite Hipólito, “aun falta
mucho por hacer”.
Los que no podrán hacer nada por nadie son los que ya
están definitivamente fuera del poder, descalificados, mucho menos los que se
dediquen a formar partidos nuevos, a arrancar de cero, en un momento como éste,
cuando el gobierno del PRM goza del respaldo de sus votantes (casi 53% en las
presidenciales), cifra que ha aumentado considerablemente, según mediciones
recientes, es decir, ya gobernando.
No fue fácil llegar hasta aquí. Hubo que hacer muchos
pactos (algunos, verdaderos tragos amargos) de los cuales unos están a punto de
expirar y otros a punto de romperse.
“No os desesperéis”. Quien ama, confía.
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