Octavo aniversario de Marcha Verde


El 22 de enero de 2017 resultó en domingo de gloria. Arrancó, con sorprendente impulso, el movimiento de lucha más trascendental de toda nuestra historia. Cientos de movimientos cívicos de todo el país se encontraron en la esquina de las avenidas Máximo Gómez y 27 de febrero para caminar hasta el Parque Independencia, pasando por el Palacio Nacional, vestidos de verde, portando pancartas y cartelitos, voceando consignas contra la corrupción y la impunidad que alcanzaron niveles alucinantes con el escándalo de Odebrecht.

 

Con todas las dificultades, contratiempos, luchas internas por la hegemonía y el protagonismo, y demás elementos que habitualmente surgen y que han hecho fracasar tantísimos intentos de organización y proyectos, Marcha Verde, en sus dos años, siempre fue “un éxito de público y de crítica”, al extremo de que quien no estaba en Marcha Verde no estaba en nada, por lo que tampoco hubo un solo partido de oposición que no quisiera beneficiarse políticamente de las marchas.

 

En el camino, entre asambleas de coordinación y actividades en las calles, fueron muchos los descubrimientos, de los cuales algunos resultaron verdaderas sorpresas, sobre personas y grupos sociales y políticos que conocíamos desde siempre, de los que evidentemente ignorábamos casi todo. No todos esos hallazgos fueron agradables ni esperanzadores, sino duros desencantos, pero había una decisión tomada de seguir adelante, y seguimos.

 

De todos modos, siempre es importante saber quién es quién. La prioridad era seguir marchando vestidos de verde y eso hicimos. Ni una sola de las actividades de Marcha Verde fracasó. Ni marchas, ni caravanas, ni protestas en puntos fijos, ni asambleas, ni espectáculos, ni mítines, y qué decir del campamento verde en el Centro de los Héroes.

 

Fueron muchas las instituciones y las personas que, no pudiendo asistir por diferentes razones, colaboraron de las más variadas formas con las marchas. Y fueron más los que pusieron sus vidas personales a un lado para dedicarse a esa lucha que, sin duda, logró con creces su principal objetivo: debilitar el gobierno morado.

 

Marcha Verde no se dividió por la acción de sus tantos infiltrados ni por ningún motivo que no fuera que, en determinado momento, muchos queríamos pasar a apoyar abiertamente el candidato presidencial que estaba más avanzado en la carrera, el que tenía más probabilidades de ganar las elecciones, y otros se negaron rotundamente.

 

Las posiciones de los dos bandos eran correctas: para salir del PLD por la vía pacífica de las elecciones, era correcto inducir el voto de las multitudes que marcharon de verde a lo largo y ancho del país hacia el candidato más seguro, pero también era correcta la posición de que Marcha Verde, “cundía” de políticos, politiqueros y tránsfugas (chaqueteros), no era un movimiento político, sino cívico.

 

Algunos no nos quedamos con unos ni nos fuimos con otros. Tampoco nos unimos a las actividades de ningún partido, sino que nos dedicamos a mantener el interés y el compromiso en nuestro entorno y nuestras redes. No estábamos para empujones por la interesada cercanía a los candidatos, sobre todo, porque no andábamos buscando nada personal y por el otro lado, sabiendo, o mejor dicho creyendo, que ya éramos cercanos, que ya habíamos recorrido ese camino mucho antes.

 

Así, sacamos el PLD del poder. El gobierno del cambio no ha llenado nuestras expectativas. Nosotros tampoco hemos cambiado y, para que todo cambie, todos debemos cambiar. Pero también es cierto que no han sido honrados muchos compromisos – no personales - de los que generaron votos.

 

En cuanto a los compromisos personales, demasiadas sorpresas han sido desagradables, inexplicables, incluso indignantes, por lo que significan en desesperanza en cuanto al funcionamiento eficaz, eficiente y, sobre todo, transparente, de las instituciones gubernamentales.

 

Las dos palabras, los dos móviles determinantes de la lucha verde, corrupción e impunidad, se mantienen vigentes, aunque creo y espero que en diferente escala. Sigue vigente el precepto de que “quien no se aprovecha, es un pendejo”. Sigue vigente la práctica de quejarnos de situaciones sin colaborar a su solución, por poner un solo ejemplo, el tránsito.

 

De todos modos, Marcha Verde ha sido el movimiento más grandioso de toda nuestra historia. Convoque quien convoque, ese espíritu se esfumó, y no fue al cielo, ni al limbo. Tampoco al infierno.

 

El espíritu está en el purgatorio. Algunos no estaremos para ver el paso del purgatorio al cielo, una vez pagada nuestra inmensa cuota de culpa (por querer cambio sin cambiar), pero nos iremos con la esperanza de que ese día llegará.

 

Perdonen la insistencia: si queremos cambio, ¡cambiemos! Solo así tendremos fuerza moral para exigir. Por el momento, solo estamos dando espacio para que nos saquen la lengua sin remordimientos. De otro modo, no aparecerá quien grite: “¡Marcha Verde, a la calle!” Mucho menos quien acuda al llamado.

 

Marcha Verde nos queda como los grandes amores: inolvidable, pero irrepetible.








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