De seguros y servicios médicos

Entré a Senasa como asegurada privada al cesar mis funciones en el sevicio exterior cuando Leonel Fernández volvió al poder en 2004. Años después, mi hija entró a las residencias médicas y, como asalariada del Servicio Nacional de Salud, me incluyó como su dependiente.

Yo estuve usándolo hasta hace poco porque también me lo descontaban de mi sueldo del MIREX, que garantiza tres meses de servicios a partir del último sueldo que, en mi caso, fue en enero de este año. Pero esos tres meses van lejos, por lo que ayer, debido a un episodio de esos que nos asustan mucho, fuimos a la emergencia de la Plaza de la Salud contando con mi cobertura como dependiente de mi hija.

Pues resulta que llevo más de un año excluida del seguro de mi hija, sin que ella fuera consultada, sin que se lo notificaran, sin que lo justificaran, sin que ella lo autorizara y, sobre todo, sin que hayan dejado de descontarle de su sueldo la partida correspondiente a un/a dependiente.

Para variar, nadie fue, nadie sabe nada, el desparpajo es ofensivo, ultrajante, y siempre termina igual: "paguen y después reclamen".

Pasé casi siete horas en la emergecia de la Plaza y salí igual que como entré, con la misma dolencia, sin saber lo que era, muerta de hambre y extremadamente indignada. Me fui, no sin antes "vaciarme". No fue poco lo que se oyó. 

Me hicieron una tomografía, pero "no había sistema" para emitir el informe. Igual me la cobraron. Me hicieron análisis, pero "no había sistema" para emitir los resultados. Igual me los cobraron. Los médicos en una chercha tan entretenida y bullosa que no les permitió asomarse a ninguno de los cubículos a ver si los pacientes todavía estábamos vivos.

Hasta las recepcionistas y el portero tratan a los pacientes como si fueran siervos a los que solo les toca obedecer, callar y, por supuesto, pagar.

Porque, adivinen cuál sistema no se cayó: el de facturación. Casi diez mil pesos por esa pesasdilla, que incluyó seis pesos y pico por una mascarilla que nunca me fue proporcionada, y mil y pico de pesos por honorarios del emergenciólogo, a quien nunca vi, ya que fui evaluada por una R2, asalariada del SNS, no de la Plaza, que me trató muy bien, a quien no volví a ver. Hasta una turunda de algodón alcancé a ver en la factura. Del resto de lo cobrado, no sé, porque desconozco los términos que en ella aparecen.

Me sorprendió que la sala de espera de la emergencia estaba vacía, lo cual no evitó que la espera por atención fuera larga. Después supe que es mucha la gente que ha dejado de procurar esos servicios por deficientes y caros. Da pena y vergüenza.

Y, para acabar de cuadrar, el inefable servicio a domicilio de las farmacias. Anoche temprano pedimos los medicamentos indicados por la neuróloga consultada al salir de la Plaza, y a estas horas, al día siguiente, no han llegado. Nada, no me tocaba morir de ésta. Sin medicación, sigo viva. 




Comentarios

TreeboR ha dicho que…
Es increíble lo deficiente y caro que nos sale ese servicio nacional de salud, con unas ARS que más les importa "facturar" que brindarle salud a sus miembros. Y ni se diga dlo insoportable que resulta que tomen una llamada para iniciar los procesos de internamientos o autorizar la venta de un medicamento en una farmacia. Por Dios!
TreeboR ha dicho que…
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