Los legisladores y las 3C
Nuestros egregios y costosísimos legisladores, algunos de los cuales:
1. - carecen
de formación académica, de la más mínima educación doméstica y del menor asomo
de sensibilidad social;
- pasan un período tras otro sin someter proyectos de ley y, si someten alguno, se limita a proponer un nombre para una calle en su provincia o un reconocimiento a alguna figura probablemente meritoria, siendo ambos tarea de otro congreso: las salas capitulares de las alcaldías;
- tienen antecedentes penales y/o casos pendientes con la Justicia, no pocos relacionados al abuso sexual y la violencia;
- justifican el barrilito y el cofrecito como si hacer obras sociales o de caridad fuera parte de la función de legislar;
y un larguísimo etcétera, saben
que mantener la penalización de las tres causales en el Código Penal condena a
niñas, jóvenes y mujeres brutalmente abusadas a una pobreza sin escape, no
hablemos del impacto emocional de tener que criar un hijo cuya sola existencia
les recuerda momentos terribles de su vida.
También condena a otras a
esclavizarse al cuidado de un hijo en condiciones incompatibles con la vida. Y,
peor, condena muchas a muerte, cuando el embarazo representa peligro para
ellas.
Muy pocas tienen posibilidades
materiales para resolver el problema al extranjero; otras pocas pueden pagar el
precio de la práctica médica clandestina, pero esos médicos arriesgan su
exequátur y su libertad.
Los legisladores saben de sobra
que congraciarse con unas iglesias, también repletas de violadores, no asegura
una vida eterna a la derecha del Padre, pero el apoyo, o al menos la no
objeción clerical a la hora de candidatearse para la misma u otra posición les
vale el precio que seguirán pagando, no ellos, sino las mujeres, gracias a una
falsa moral impuesta por verdaderos inmorales.
Es incalificable. Nosotros, los
contribuyentes, inconsultamente mantenemos las iglesias, inconsultamente
mantenemos el Congreso, e inconsultamente debemos vivir como ellos, en abierta
y despiadada complicidad, decidan.
¿No llama la atención que en las
recién pasadas elecciones no ganó ni uno solo de los candidatos a legisladores –
repitientes o de estreno - de los que manifestaron apoyo a las tres causales?
¿Por qué, unas elecciones tras
otras, dejamos que el Congreso, con honrosas y escasas excepciones, se llene de
politiqueros, además de ignorantes y mal educados, tan indolentes con el pueblo
que los llevó a sus curules y que los mantendrá como reyes hasta el fin de sus
días?
¿Por qué las iglesias, todas recaudadoras,
reciben dinero del Estado, al cual, no conformes, mantienen un pie en el
pescuezo?
La denominación de las iglesias
no juega ningún papel. El partido político de cada legislador tampoco. En el tema
que nos ocupa, están todos en el mismo saco.
Cumplo con recordar a unos y a
otros que el bien es cosa de valientes, que quien encubre es cómplice, que todo
el malo es pendejo y que los hombres que maltratan o perjudican a las mujeres
no pelean con hombres. Interprétenlo como más gusto les dé. Ojalá escojan despenalizar
las 3C.
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