La ignorancia apasionada
“Lo poco que sé, se lo debo a mi ignorancia”. (Platón)
En referencia a aquellos que se
empeñan en permanecer en una actitud de ignorancia con respecto al conocimiento
de las cosas del mundo, Sócrates dijo: “Existe un solo bien, llamado
conocimiento, y un solo mal, llamado ignorancia”.
Siempre se ha dicho que la
ignorancia es la madre de la felicidad. Sin embargo, la ignorancia tiene muchos
apellidos, entre ellos, ignorancia supina, que es el tipo de ignorancia
relativo a asuntos básicos de la vida. La ignorancia supina se deriva de la
negligencia de una persona en aprender o adquirir los conocimientos esenciales
de aquello que debería o podría saber.
Ignorancia supina es, por
ejemplo, la de una enfermera que no sabe poner inyecciones, algo fundamental
para el ejercicio de su profesión. No creo que pueda ser feliz con esa
incompetencia.
Muchos hemos pronunciado la frase:
“la ignorancia es atrevida”, refiriéndonos, precisamente, a lo que se atreven
algunos ignorantes.
Existe la ignorancia “sabia” (docta
ignorantia, en palabras de San Agustín), aquella del individuo que está
consciente de sus desconocimientos y limitaciones, y también la ignorancia
“profunda” en la que el sujeto ni siquiera sabe que es ignorante, y por lo
tanto se encuentra muy cerca de la inocencia o la ingenuidad.
Fuente: https://concepto.de/ignorancia/#ixzz8iWA4QxVA
Cuando nos referimos a la ignorancia
apasionada, probablemente estemos hablando de la más peligrosa de todas.
Se reconoce la ignorancia como el
peor de los males que afectan a cualquier sociedad. ¿Cómo calificar la ignorancia
cuando lleva de apellido el adjetivo “apasionada” que, según el Diccionario de
la Real Academia Española, significa que siente pasión o inclinación
vehemente por algo o alguien? Esto significaría que se siente pasión o
inclinación vehemente por algo o alguien que se desconoce, sea parcial o completamente.
Y ese desconocimiento, como vimos más arriba, puede ser voluntario (por
negación) o involuntario (falta de acceso al conocimiento).
Así, pasamos nuestros días
recibiendo videos, artículos, publicaciones en las redes, mensajes por
diferentes medios, tratados, y hasta libros, que narran historias cuya única
base real es la ignorancia apasionada.
Así, ruedan por el piso
reputaciones de gente de bien o de hechos positivos, o quedan como maravillas
del mundo personas o hechos a todas luces dañinos. Sí, porque la ignorancia
apasionada se aferra más a la negación, es voluntaria. Es más cómoda, más fácil,
y más barata.
Vivimos en tiempos en los que
solo importa el aplauso, el reconocimiento social, los “Me gusta” en las redes,
y cualquier ventaja, preferiblemente material, que de ahí se derive. La verdad,
el conocimiento, la documentación de los hechos no juegan ningún papel en
nuestros días. Ni hablar del sentido común.
Como a tantos otros lugares del
mundo, la ignorancia apasionada ha salido muy cara a la República Dominicana,
no solamente en dinero, que ya es muchísimo, sino en pérdida de moral, de
integridad, de valores, de prestigio.
Por nuestra ignorancia
apasionada, asqueroseamos la lealtad y, fascinados, practicamos la sumisión. ¿Cómo
y cuándo recuperaremos los daños? ¿Cuánto nos costará?
Comentarios
Algo peor que la ignorancia apasionada es el saber y no actuar. Eso nos toca a todos cuando nos instalamos en un confort personal decidiendo en base a la experiencia política y social, que ya no vale la pena luchar. Así se instalan los regímenes nefastos cuando los pensantes han ignorado de manera voluntaria las señales de aquellos que por medio de subterfugios llegan al Poder. Serán o seremos los que un día lamentemos en nuestras propias pieles las llagas que ya antes el sistema habría provocado.
Así estamos, aquí, allá y acullá.
Abrazos querida Cosette