No todos son locos
Ni sinvergüenzas. Ni narcisistas,
ni manipuladores. Los hay retorcidísimos, perversos en diferentes grados. Los
hay encubridores de los más variados complejos. Muchos, en denodados esfuerzos
por encubrir su verdadera sexualidad.
Todo está en masculino, como
mandan las reglas de nuestro idioma para referirnos a los dos sexos, no porque
se trate exclusivamente de los varones.
Tampoco me estoy refiriendo
exclusivamente a las relaciones de pareja. De hecho, en las relaciones de
pareja no se dan muchas de las situaciones que se viven en el ejercicio de la
amistad. Y lo de las relaciones familiares es capítulo aparte.
De todos modos, la amistad es la
relación que mejor allana el camino al ejercicio de todas las “virtudes” arriba
mencionadas. En la amistad no hay vínculos de sangre ni esa atracción fatal que
amarra a las personas en relaciones enfermizas. Se da por hecho que la amistad
es la relación más espontánea, más desinteresada.
La amistad es otro nivel – más bajo
– de interdependencia, por lo que, en principio, permite desarrollar y ejercer
diferentes formas de juegos mentales, incluso durante toda una vida. Sí, se
juega al adoctrinamiento, a la dominación…
Nos permitimos muchos excesos con
los amigos, algunos en su presencia y muchos más en su ausencia, al extremo de
dejar secos a terceros que tenían otra idea de esa amistad en cuestión.
Algo que llama mucho la atención
es lo que ocurre cuando el enfrentamiento es inminente: cómo la persona
acorralada, que debe aclarar una situación creada por ella misma entre dos
relacionados (que pueden ser dos amigos, un amigo y un familiar, un amigo y su
pareja, dos familiares…) se las ingenia, generalmente sacrificando a uno de los
dos, confiada en que recuperará al sacrificado a la brevedad, tan pronto salga
del atolladero. Craso error.
También existe el ejercicio de
amistad con personas a quienes de verdad profesamos afecto, pero es un afecto
de tono generoso, altruista, ya que en realidad subestimamos, menospreciamos a
esa persona, a quien se lo hacemos saber de vez en cuando, y de quien nos
expresamos en ese tenor en determinados círculos. “Somos amigos, pero no somos
iguales.”
Y así mismo es. No somos iguales.
Eres esclavo de tus presiones sociales. Y de demasiados disparates. Ese amigo a
quien asqueroseas, aparentemente de relajo, pero que has intentado humillar
para lucírtela, quizás se liberó de eso hace rato. De lo contrario, habría
cortado contigo hace añales.
En fin, por el camino verde se va
a la ermita. Tomé el camino verde hace tiempo. Llegué a la ermita y de aquí no
me saca nadie, así que me declaro formal e irreversiblemente ermitaña.
El cariño y la gratitud
permanecen y permanecerán intactos, pero lo que pueda quedar de mi tiempo y mi
espacio, a partir de ahora, son exclusivamente para mi uso.
Feliz por todos los que lograron
sus diferentes metas con variados métodos. A mí no se me dio ni una, algunas
veces gracias a “factores externos”. Tranquilos, no me siento víctima. Tengo convicciones. Soy feliz.
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