Esto no tiene componte

 

Esta tarde acudí a un centro médico, a una consulta. Para variar, la calle estaba llena de conos, para que nadie pudiera estacionarse. Frente a ese centro médico, hay un estacionamiento privado, de a $125 la hora o fracción, del que me habían dicho que era propiedad del dueño de la clínica. Ahí me estacioné.

De haber sido todo un sistema electrónico, pasó a ser todo manual. Nada funciona como funcionaba. Paciencia. Cuando entré a la pequeña oficina a buscar el ticket que indica mi hora de entrada, quien me atendió es un agente de AMET (o como sea que se llame actualmente esa “institución”).

Le pregunté si trabajaba ahí, en el estacionamiento y me respondió que sí, que tenía ese segundo empleo para ganar más dinero. Le pregunté que si podía vestir su uniforme de AMET en su segundo empleo y me respondió que acababa de llegar, pero que iba a bañarse (en su lugar de trabajo) y a ponerse otra ropa.

Abrió una puerta trasera como quien iba al baño y, al abrirla, pude ver una sonriente mujer que lo miraba con verdadero arrobo.

Medio nervioso, me repitió que ganaba muy poco y que había que buscar más dinero. Respiré hondo y, con mucha calma, mirándolo a los ojos, le dije: “No se preocupe. Ni uno solo de sus superiores tiene moral para sancionarlo. Usted está trabajando para ganar más. Ellos ganan mucho más de otro modo.”

Entró en pánico e hizo mutis por el foro.

Y yo me quedé pensando en todo lo que podría haber detrás de ese “segundo empleo”. Para que ese agente se atreva a llenar la calle de conos para, si no obligar, inducir medio a la fuerza a que todo el mundo se estacione en ese parqueo, debe haber un superior detrás. Y para tener “backstage” una dama a todas luces suspirando por él, no puede ser un superior cualquiera el que lo respalda.

Quizás él mismo es un superior, y no lo detecté. Nunca he sabido nada de rangos de uniformados

Ya me iba a coger vueltas el cerebro tratando de vincular el caso con el dueño de la clínica, en principio, también dueño del negocio. Pero estoy en una onda de no interesarme, mucho menos preocuparme por esas pequeñeces. Es más, me estoy entrenando a toda máquina para tampoco preocuparme por las grandeces.

Me desconozco. En otros tiempos, le habría dado el sermón de la montaña, le habría tomado fotos, habría hecho una denuncia. Pero soy otra persona, al menos como ciudadana. Mis esfuerzos están concentrados en tratar de no enterarme de nada y, si me entero, no reaccionar.

Pero les cuento que cuando regresé a buscar el carro, solamente estaba el que “cuida”, a quien pagué. Y no creo que, al cabo de casi dos horas, todavía el agente estuviera bañándose para ponerse una ropa diferente a su uniforme.

Ya a nivel de chisme, si hay ducha y closet, ¿quién quita que haya una cama? Para descansar, por supuesto.




 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Vergel desde 1965

Carta a Deligne

A los incumbentes y aspirantes