Leyendo a Rosario
A nadie más, sólo a Rosario Espinal le ha llamado la atención - y ha podido
socializarlo con claridad – que el PLD tenga que llevar como candidato a la
presidencia al mismo hombre por cuarta vez o, en su defecto, modificar la Constitución
para tratar de reelegir al actual presidente. Por dondequiera que se mire, eso
es una debilidad, una vulnerabilidad. Claro, con tanto poder, tantos intereses,
tantos compromisos, tanta cola qué pisar, mucho más dinero y nada de
escrúpulos, eso se lo comen ellos de postre, por no decir por dónde se lo pasan.
Sin embargo, es un dato que merece reflexión, proyección, y que, bien
manejado, la oposición podría capitalizar, para lo cual el primer paso sería
que el PRM se abstuviera de presentar, también por cuarta vez, al mismo
candidato. Si se puede considerar una debilidad llevar por cuarta vez a un
candidato que las tres veces anteriores ganó, como fuera, pero ganó, no sé qué palabra definiría el hecho de llevar por cuarta vez a un
candidato que solamente ganó la primera vez; las demás, también por lo que
fuera, no ganó. A lo único que se parece es a la necedad.
El caso del PRM, en ese sentido, es mucho más delicado. No hay que narrar
aquí lo que ha costado en tiempo, en presión, en esfuerzo y en un dinero que no
ha caído del cielo, sino que ha sido arañado – recordemos que hace rato que la
militancia perdió la costumbre de contribuir con los partidos, aparte de que,
aunque quisieran, no pueden – construir esa maquinaria que en cuestión de meses
se ha convertido en la mayor fuerza política fuera – pero en busca – del poder.
No sé, no soy experta en la materia, pero creo que después de tanto
revolucionario, tanto moderno y tanto mayoritario, este logro no debería servir
para llevar como candidato a quien ya se ha postulado tres veces y sólo ganó la
primera vez, mucho menos teniendo a mano un candidato de una aceptación tan
alta y en franco crecimiento como Luis Abinader.
Hay asuntos en los que nadie antepone los vínculos, los afectos, las querencias,
ni las gratitudes. Así, en el plano político no hay nada que nos prohíba ni nos
impida mantener el cariño y el agradecimiento que profesamos a Hipólito, por el
contrario, terminaríamos aumentando en mucho el respeto y la admiración que
siempre le hemos tenido y demostrado, si elegimos a Luis y contamos con su
apoyo, su sabiduría y su experiencia.
Salir airosos de estas elecciones es de vida o muerte, no sólo para los
perremeístas, sino para todo el país. Elegir a Hipólito ahora no sería un acto
de lealtad, sino de una sumisión que él mismo nunca ha exigido ni exigirá a sus
seguidores. En esto, hay que tener la cabeza fría, aunque mantengamos el
corazón tibiecito, presto a calentarse, a hervir de contentura, cuando
Hipólito, respaldando a Luis, nos respalde a todos.
Gracias adelantadas, Hipólito querido. Gracias, Luis, por ser y estar.
Comentarios