Cualquier parecido, no es coincidencia

Tengo una amiga de algo más de 70 años que, antes de que sus hijos, por supuesto adultos, se hayan independizado, está criando nietos. Parió dos hijas y un hijo, y la hija menor le trajo dos hijos y una hija, sin que sea esto lo único con lo cual ha esclavizado y empobrecido a su madre, abuela de sus hijos.

Esta amiga, que hace rato debería estar retirada, es la única que trabaja en esa familia. Los mantiene a todos, precariamente. Aun viendo la situación, el mayor de los nietos, ya adolescente, no eructa para robarle tanto el dinero que administra en su trabajo, como lo poco que le pagan por un trabajo inadecuado para una mujer de su edad. 

Además, el muchacho tiene la cachaza de invitar a sus amigos a beber champán en discotecas (donde los dejan entrar y les sirven bebidas, sabiendo que son menores) con el dinero que su abuela gana para mantener la casa donde él vive, más el que ella queda debiendo en el negocio ajeno donde trabaja, gracias a la acción de hurto cometida por su nieto. Por "suerte", no la botan porque "la quieren" (la explotan).

Nuestro incalificable sistema de justicia la ha puesto de mojiganga, la ha hecho dar vueltas innecesarias que a su vez la han hecho llegar tarde o faltar a la porquería de empleo del que viven todos en su casa; se han reído en su cara, en fin, le han dado un tremendo golpe de desamparo. Sólo la policía cercana de su barrio le ha propuesto que les dé un dinerito para dar un susto al muchacho y trancarlo durante un fin de semana, cosa que no pueden ni deben hacer, ni de gratis, porque el muchacho es menor.

Lejos de tomar este relato como una indiscreción, les pido que se pregunten si esta historia no es el vivo retrato de la situación del país. Un pueblo empobrecido y endeudado por sus propios gobernantes, de los cuales, una buena parte no tiene el menor reparo en alzarse con el cada vez más abusivo tributo fiscal de sus ciudadanos y, no conforme, los endeuda, con el único propósito de darse una vida que, para empezar, no merecen, y que nos lleva a preguntarnos cómo pueden disfrutarla sabiendo cómo es que la costean.

La comparación de los servicios judiciales queda pálida. Si los administradores de justicia se burlan de esa manera de padres y tutores desesperados, no es mucho lo que tenemos que imaginar cuando se trata de querellarnos contra los administradores de nuestro Estado. Ya hemos visto demasiados expedientes engavetados, demasiado sentido de compromiso con la corrupción y la impunidad, demasiada burla a una población abusada, arrinconada en su propia casa, que es el país que le pertenece y le han ido arrebatando por pedazos cada vez más grandes.

Voy a dejar de lado el detalle del resentimiento social tanto del muchacho como de los ladrones del erario porque no quiero validarlo como razón. Ese resentimiento, que es real, es el mejor subterfugio para que se les coja pena a personas desalmadas, sin conceptos (que los conocen, pero no los ejercen).

Creo que estamos de acuerdo en que las medidas correctivas deben ser drásticas. En el caso del joven, quizás todavía se pueda lograr algo, con intervención de diferentes profesionales, principalmente de la conducta. Quién sabe. Al fin y al cabo, no deja de ser una víctima del abrumador modelo a seguir. No ha visto otra cosa desde que nació. No era un niño cuando subió el PLD. Ni siquiera había nacido. Es generación morada full.

Ahora, en el caso de los corruptos impunes, no hay que tener la menor consideración. Llegaron adultos al poder y provistos de una sólida (cuestionable) formación política. Desde sus inicios en las lides partidistas, convencieron al mundo de que sabían lo que había que hacer en la sociedad, en el país. Evidentemente, también sabían lo que en realidad iban a hacer, porque no perdieron tiempo en hacerlo y han demostrado ser insaciables.

Nos cansamos. No los queremos más. Queremos que nos devuelvan todo lo que nos han robado, que reciban castigo implacable por la vida miserable a la que nos han llevado y no verles más las caras.

Por ese motivo, nos hemos vestido de verde para embarcarnos en esta lucha, momentáneamente pacífica, dispuestos a llegar hasta donde sea necesario. Así, como estamos, no seguimos. Una cosa es sacrificarnos en aras de un bien común y otra es mantener una vida de reyes a una partida de ladrones a expensas de nuestra inmolación. ¡Basta ya!

 

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