No perdemos nada con probar

Más de una mujer de nuestra vida pública ha expresado tener aspiraciones presidenciales. Del PRM, Carolina Mejía, Geanilda Vásquez y Raquel Peña. 

Raquel Arbaje no ha dicho nada, pero debería lanzarse. Después de todo, la aceptación de su consorte, en gran medida, se la debe a ella. Ella tiene fan club propio.

Del PLD, Margarita Cedeño quiere. En la FUPU, no creo que haya oportunidad para ninguna. Pero en otros partidos, no solamente hay, sino que ya ha habido mujeres con tales intenciones.

No creo que una mujer en la presidencia resulte peor que cualquiera de los hombres que nos han gobernado. Por más de un motivo, de ser escogida una mujer, estaría llamada a marcar la diferencia. Y si sale igual, bueno, seguiremos como estamos, esta vez, sabiendo por experiencia que da lo mismo. Y eso es lo que yo creo, que será igual.

Un/a buen/a gobernante no depende de su sexo. Depende de su voluntad. Solo hay que ver, en la historia reciente de nuestro continente - para no ir más atrás ni más lejos - las presidentas que ha habido: malas y buenas; corruptas y éticas; retrógadas y progresistas. Etcétera. 



Repito: no tiene por qué haber diferencia entre un hombre y una mujer en la posición más alta del Estado.

Probablemente, una mujer en la presidencia nos proporcionará un nuevo foco de atención, nos mantendrá embullados observando su desenvolvimiento y ya veremos cómo terminan nuestras expectativas: si representan alguna esperanza real de mejoría para las mujeres en términos de su independencia económica; si reducen los niveles de violencia doméstica, de feminicidios, de explotación y abusos sexuales, de adolescentes embarazadas, en fin, si hacen algo relevante por sus congéneres.

Soñar no cuesta nada. Ya hemos soñado antes. Hasta pesadillas hemos vivido. Y aquí estamos, vivos por tercos.

Sin olvidar que demasiadas mujeres somos machistas, sería muy decepcionante que una presidenta terminara haciendo lo mismo que han hecho nuestros presidentes, pero estamos bien entrenados en ese departamento de las decepciones.

Sí, los partidos deberían proponerse llevar candidatas y no candidatos. Sería una campaña electoral diferente, quizás hasta divertida.

Darían menos asco los lambones piropeando esas candidatas y eventual presidenta. No tienen idea del efecto que producen tumbando el polvo a un hombre.

En fin, no hay que correr delante de la bola. Pero, sí, me gusta mucho la idea de que las mujeres sean candidatas y una de ellas gane la presidencia. Aunque solo sea para variar.

Si todo sale mal, a la hora de reclamarme, tengan muy en cuenta que mi posición es que da igual, que no perdemos nada probando, que de ninguna manera podrá ser peor. ¿Quedó claro?


 

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