Crónica de un viaje al Sur
1. Viaje de ida
En vano intento por evitar el
tapón de la 27 de febrero con Isabel Aguiar debido a los trabajos de
redistribución de las vías, decidimos irnos por el Malecón desde la desde la
José María Heredia, lo que además nos daría la sensación de estar viajando desde
muy pocas cuadras del lugar donde vivimos.
Nada, que el taponazo no sé de
dónde venía, pero llegó hasta más allá de Haina, en nuestro caso, hasta la
cuchilla para doblar hacia la Circunvalación para tomar la Autopista 6 de
noviembre. La señalización es precaria y está mal puesta, de manera que casi
llegamos a la Autopista Duarte, tuvimos que devolvernos y, encima, pagar un
peaje dos veces.
De ahí en adelante, el viaje más
o menos fluyó. A la hora de hacer una paradita técnica para ir al baño y dar
una fumadita, no pudimos hacerlo en el Parador de Ocoa porque había como 10
guaguas y la fila para ir al baño sería larga.
Todas las gasolineras antes de
llegar a Azua estaban cerradas, parecería que no había combustible para vender,
porque era media tarde de un día laborable.
A la altura de Sabana Yegua,
encontramos una gasolinera donde pudimos ir a un baño muy limpio, con papel
higiénico, agua y papel para secarnos las manos. Al lado, un señor que vende
unos dulces de leche divinos, de Ocoa (los dulces), según me dijo, me prestó
una silla para que fumara tranquilita, a pesar de la bachata a todo volumen.
Y finalmente llegamos a Barahona
al anochecer, donde dormiríamos en Casa Larimar. Nos atendieron muy bien.
Temprano en la mañana,
desayunamos y pusimos la proa hacia Jimaní. Estábamos invitados al 19°
aniversario de la fundación Sanándome Dominicana, en la Alcaldía (Ayuntamiento,
dice el letrero).
Cuando empezamos a pasar por los
pueblos de la provincia Independencia, ya todo el mundo había lavado sus ropas,
en todas las casas había mucha ropa tendida al sol y en casi todas había
personas sentadas en el frente, ni siquiera viendo los carros pasar, sino con
la mirada perdida. Fue impresionante. Contrastaba con la cantidad de centros de
diversión con lujosos letreros, por supuesto, cerrados a esas horas. Aparte de
una que otra mujer haciéndose los rolos, cero actividad. Ni niños jugando, ni
perros caminando o corriendo. Nada. Bueno, sí. Algunos chivos y ovejos, cada
tantos kilómetros.
Y, para mi gusto, demasiados
militares, demasiados retenes. Pero ellos sabrán qué necesidad están cubriendo,
aunque me preocupó un poco que algunos estaban ingiriendo ron y el brillo de
sus caras indicaba que no habían dormido y/o que no se habían lavado la cara.
Estaban “lucios”. Muchos de ellos, solo medio uniformados.
2. La actividad
Así, llegamos a Jimaní con media
hora de retraso. En la acera de la alcaldía había un grupo de mujeres jóvenes, cual
comité de bienvenida. No se me ocurrió pensar que una de ellas pudiera ser la
gobernadora de la Provincia Independencia.
Cuando la presentaron al inicio
de la actividad, me sorprendió gratamente esa joven nada pretenciosa, que dijo
unas breves palabras de bienvenida muy acogedoras, con mucha naturalidad. Vestida
con sencillez y elegancia, siempre sonreída. Se llama Mercedes, no recuerdo el
apellido.
Yo iba muy predispuesta con
relación a ella, porque antes de llegar me había enterado de que, para el
almuerzo de la actividad, donó unas fundas de arroz dañado, lleno de gorgojos,
que le llegaron del Plan Social. Después supe que también donó pollos y
sazones, seguramente procedentes de la misma institución. Pero no la culpo. Eso
es parte de un arraigo muy fuerte cuando de donaciones se trata. Era para el
almuerzo de la actividad, así que doy por hecho que, si cocinaron ese arroz,
ella dio el ejemplo y se lo comió.
Y hay que decir que la
gobernadora reivindicó a las autoridades de la provincia. Asistió y participó.
Y lo hizo bien.
El alcalde que, si no era el
anfitrión, era el dueño de la casa, ya que la actividad era en la alcaldía, no
se presentó. Ni ninguno de los alcaldes de los demás municipios de
Independencia. Ni uno.
El jefe provincial de la Policía,
que luego de aclarar debidamente su rango y su título universitario, confirmó
su asistencia, tampoco se presentó.
No vi ni medio diputado. El
senador, mi muy querido Dagoberto, llegó al final de la actividad. Yo iba
lejos.
Cuando anunciaron el “coffee
break” de diez minutos, yo me estaba desmayando del hambre. Había desayunado
tempranísimo y ya era pasadito el mediodía, así que, con mis cinco
acompañantes, enfilé hacia La Descubierta, a comer a la sombra de unos árboles
enormes en el balneario Las Barías.
Antes de proceder a contarles del
regreso, tengo que compartir con ustedes la experiencia de leer mis consideraciones
sobre el tema del día, el abuso infantil. (Ver Discurseando
en Jimaní, Provincia Independencia (cibercosette.blogspot.com))
Cada vez que levantaba la vista
para mirar el público, lo que veía era gente bravísima, indignada por lo que yo
estaba leyendo. Esto me disparó una alarma, no por mis palabras, las que
escribí para leer y, en efecto leí, de las cuales no me arrepiento y sostengo,
sino por la evidente desesperanza de ver siquiera la más mínima intención de un
cambio para mejor en nuestro país.
La gente en general está
condicionada a vivir así, con todos los males que nos afectan. El abuso
infantil está lejos de ser un asunto de interés, mucho menos un problema –
gravísimo – al que, lejos de estar teorizando, habría que entrar a dos manos
urgentemente.
Ya hace mucho que, desde mi vida
urbana, noto que cuando publico trivialidades, preferiblemente cómicas, caen
los “likes” a dos manos, y si es en mi blog, el marcador de lectoría se
dispara. En cambio, si el tema llama, cuando menos, a la reflexión, la tasa de
likes y/o de lectoría va de cero a muy baja.
Estamos domesticados. ¡Qué
tristeza!
3. El regreso
Comimos en La Descubierta,
compramos Loto en Villa Jaragua, nos paramos en Sabana Yegua a echar gasolina,
ir al baño y fumar (esta vez tuve que comprar dulce de leche, buenísimo, al señor
que me prestó la silla), y llegamos a nuestras casas con un nivel de cansancio muy
diferente al glorioso cansancio que sentíamos al regreso de una Marcha Verde.
Eso sí, contentos de haber hecho
ese recorrido, principalmente, dar la vuelta al Lago Enriquillo. Y, en esos
pueblos al Norte del lago, principalmente en la provincia Bahoruco, se percibe progreso
en comparación al 2012, cuando recorrí la zona dos veces en campaña con
Hipólito.
Atendiendo la sugerencia de un lector, doy los nombres de los acompañantes: Gisela, Martha, Leonardo, Yeandris y Erick, y aprovecho para agradecerles que hicieran el viaje tan llevadero.
Feliz domingo.
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