Discurseando en Jimaní, Provincia Independencia

Buenos días. 

Soy Cosette Alvarez, madre soltera. 

Nací en Santo Domingo, en 1951, de padres de La Vega. 

Estudié Pedagogía, mención Lenguas Modernas en la UASD y Literatura Moderna en Francia. 

Fui maestra de idiomas, traductora, intérprete judicial, articulista de periódicos, diplomática en Guatemala y en Italia, recientemente cónsul en Antigua y Barbuda, ahora pensionada. 

Lo anterior, para que sepan que todo lo que voy a decir aquí es fruto de vivencias e inquietudes, no de estudios especializados ni de experiencia laboral. 

Esta no es mi primera visita a la Provincia Independencia. Varias veces vine de paseo. Otras veces, en campaña política. Siempre como huésped del doctor Dagoberto Rodríguez, a quien me unen sentimientos sólidos de amistad y gratitud. 

En esta ocasión, vine invitada por Sanándome, en respaldo a sus esfuerzos por la salud física y la sanidad mental de los habitantes de esta región. 

Aunque esto normalmente se deja para el final, empiezo por agradecer a las personas e instituciones cuyas puertas tocamos, que con tanto gusto cooperan con la invaluable causa de Sanándome. 

También contamos con la presencia de Amigos, Siempre Amigos, una institución sin fines de lucro que en lo adelante procurará irradiar sus servicios a esta región trabajando en la prevención del contagio de VIH y en el seguimiento a hombres homosexuales que viven con ese virus. 

Una vez más, la unión hizo la fuerza. Gracias, muchas gracias a todos. 

Estamos felices porque no hay nada que genere más alegría que dar, principalmente cuando damos lo más valioso e irrecuperable que tenemos: nuestro tiempo. 

La solidaridad es la base del progreso y el progreso es la base del desarrollo. 

Es decir, si queremos una provincia desarrollada, tenemos que progresar y, para progresar, debemos ser solidarios. 

Cuando los habitantes de todas las provincias seamos solidarios y progresemos, podremos considerarnos un país desarrollado. 

Partiendo de que la familia es el núcleo de la sociedad, podemos decir que dar buenas costumbres, dar buen ejemplo, inculcar valores y enseñar normas de convivencia a los hijos, los hace solidarios. De otro modo, serán un obstáculo para el progreso, por tanto, un impedimento al desarrollo. Es un abuso. 

No proporcionarles techo, alimento, educación ni salud, es abuso infantil. Maltratarlos es abuso. Dejarlos de su cuenta es abuso. La paternidad irresponsable es abuso. 

Hoy vamos a concentrarnos en el abuso sexual. 

Se ha determinado que la principal causa del abuso infantil es la cadena de resentimiento, es decir, que los perpetradores de abusos sexuales, en muchas ocasiones son hombres y mujeres que en algún momento de su vida fueron abusados, generalmente por miembros de su propia familia y muchas veces por adultos de su mismo sexo. Eso no lo justifica, pero nos orienta a la hora de enfrentar el problema. 

El ejercicio de la sexualidad es un derecho inalienable. A lo que nadie tiene derecho, independientemente de su sexualidad, es al sexo a la fuerza, mucho menos cuando la víctima es indefensa. 

No podemos darnos el lujo de seguir impasibles ante noticias como la de una madre alardeando de tener intimidad con su hijo por pura depravación, creyéndose “influencer” (¡qué influencia!), o de otra madre decapitando a su niña delante de su niño por fanatismo religioso extremo, o de otra queriendo resolver el caso de abuso a su niña tirándose del balcón con ella. 

Ni podemos seguir viendo a nuestros jóvenes como zombis, idiotizados por sustancias, alterando su fisionomía con tatuajes, aretes en todas partes del cuerpo, trenzas de pelo artificial, desaseados, vistiendo harapos, en los famosos teteos, sin estudiar ni trabajar, sin personalidad, sin horizonte, sin alegría de vivir. 

Mucho menos asumir como hechos cotidianos que tantos hombres, por alegada pasión, maten las mujeres y luego se suiciden delante de los hijos, si no es que también los matan. 

El nivel de putrefacción social es tal, que el 90% de los embarazos en la adolescencia son producto de violaciones, incluyendo casos tan aberrantes como el de la menor discapacitada embarazada por las violaciones a que la sometía su padrastro, más las tantas niñas sexualmente esclavizadas por sus propios papás, otros parientes y vecinos. 

Nunca olvidaré el caso de la niña de 7 años, hija de mi entonces empleada, que la mandaron a comprar pan en la esquina y nunca volvieron a verla. 

Después de una agotadora búsqueda, se concluyó en que un vecino bastante mayor, respetado por todos, la había violado y la dejó en unas condiciones tales que terminó tirándola al mar. 

El hombre botó el pedazo, lo encontraron en un campo remoto, pudieron condenarlo por abuso sexual, pero no por infanticidio. A mí misma me dijo el abogado que “donde no hay cadáver, no hay muerto, por tanto, no hay crimen”. 

¿Qué decir del peligro que, en materia de violación y abuso, representan algunas iglesias para los menores? Pastores, curas y hasta obispos violando niñas y niños. 

También algunas escuelas. ¿Recuerdan el caso de la alumna embarazada por su profesor que murió desangrada porque él mismo le practicó un aborto salvaje en Higüey? 

Igualmente hay policías, militares, aviadores y marinos violadores de menores, varones y hembras. ¡Ciudadanos uniformados y armados para salvaguardar la integridad del país y sus habitantes! 

Demasiados menores de la zona fronteriza viven situaciones que van más allá del abuso sexual, entre ellas la explotación, principalmente en la grabación inconsulta, involuntaria y probablemente gratuita de pornografía infantil. 

Por otro lado, ¿cómo se puede esperar que una niña o una mujer embarazada por sexo forzoso tenga algún sentimiento positivo por el producto de ese embarazo, mucho menos si ese producto nace con alguna condición especial, y muchísimo menos si esa madre involuntaria también nació con una condición especial? 

Aquí en el Sur profundo, esa alarma se disparó hace tiempo y parecería que nadie la escuchó. Nadie se alarmó. No lo suficiente como para poner atención al escandaloso número de hijos nacidos con parálisis cerebral, producto de relaciones incestuosas, lo que se conoce como endogamia, relaciones sexuales con familiares directos, generalmente basadas en el abuso a menores. 

Ahí están los frutos de esas relaciones, que ni saben que están vivos, día y noche tirados en un cartón en el piso, sin cubrir, no digamos sus necesidades básicas, ni siquiera sus partes pudendas; en un nivel de precariedad, de abandono, que llora ante la presencia de Dios. 

No dejemos que la descomposición de nuestros valores y de nuestras estructuras extermine la pureza de nuestra alma nacional.  

Siempre se ha dicho que los niños son el futuro de la Patria. ¿Qué futuro puede tener una Patria cuyos niños no solo viven desamparados, sino tan brutalmente agredidos? 

Hay una relación malsana entre votantes y votados, un círculo perverso de complicidad entre peseteros. 

Olvidamos que ellos son nuestros empleados. Nosotros les pagamos, muy bien, para que nos sirvan. 

Sin embargo, no nos sirven, porque en demasiados casos, el criterio para elegirlos o nombrarlos se basa en los supuestos votos – imposibles de comprobar - que dicen conseguir para el partido ganador o sus aliados y sus abultados embustes sobre dineros gastados. 

Personas sin la debida formación académica ni política, sin la menor educación doméstica, sin la más mínima vocación de servicio, no hablemos del sentido de la moral, de la honradez, y qué decir de los que tienen antecedentes penales, incluso por violación y abuso, algunos de ellos ¡legislando! ¡Y se atreven a oponerse a la inclusión de las tres causales del aborto en el Código Penal, condenando así a tantas mujeres y niñas a la miseria y a la muerte! 

Ustedes se estarán preguntando qué tiene eso que ver con el abuso infantil. Les doy un ejemplo: Nos marean con publicidad sobre el desbordante auge del turismo. El turismo anima, genera ingresos. Pero tiene un lado oscuro. 

Hace años que somos mundialmente famosos por el turismo sexual, que busca la prostitución femenina y masculina, el abuso y la explotación infantil, y deja no pocos contagios de enfermedades. ¿Sabe alguien de alguna medida que se haya tomado alguna vez para frenar eso? Y no es por falta de recursos, es por falta de voluntad. 

Abunda dinero para el glamur y el boato. Muchos funcionarios capacitadísimos se encierran en burbujas, son inaccesibles. Y fundaciones como ésta tienen que pasar el sombrero para trabajar con muchas limitaciones. 

Tomemos conciencia de que para que todo cambie, todos debemos cambiar. 

Repitamos hasta la saciedad: para que todo cambie, todos debemos cambiar. 

Una vez más: para que todo cambie, todos debemos cambiar. 

Recordemos siempre que quien no denuncia es cómplice. Si usted sospecha o sabe de algún caso de abuso sexual, denúncielo. 

Conectemos nuestras voluntades, que cada uno de nosotros sea el eslabón de una cadena de solidaridad irrompible, incorruptible e indoblegable. 

Gracias a las autoridades presentes por su hospitalidad y a Sanándome por hacerme parte de sus actividades, que me han devuelto esa necesaria sensación de ser útil a la sociedad. 

Felicito a la Provincia Independencia por la suerte de contar con esta fundación, y comparto el júbilo de todos ustedes porque, según me contaron, ¡volvió el mejor!










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