Hace más de dos años

 

A finales de 2022, un joven viceministro de formación académica más que sólida, asombrosa, de excelente educación doméstica, nada simpático, pero correcto, eficiente, disponible 24/7, fue “desvinculado” para dar paso a un burdo politiquero exvendedor de gomas extremadamente mal educado que vive “allantando perros” con su imaginaria cercanía con el jefe del Estado. Alardea de ser “el único viceministro que despacha con el presidente”, cosa que, de ser cierta, no le importa ni le aporta a nadie.

El entonces viceministro de estreno no perdió tiempo en barrer (con los debidos decretos que no es él quien firma) en las instituciones recaudadoras a su cargo ubicadas en la zona que él coordina dentro del partido, para llenarlas de sus pares: tígueres, vagos, analfabetos, patanes, de vida personal cuestionable, ausentes de sus lugares de trabajo, en fin, de colección (de lo peor), esos  fantasiosos “factura-votos” que dizque gastaron un dinero que no gastan ni en ellos mismos y que ahora recuperan con altos intereses, no de aportes de los compañeritos del partido, sino de las recaudaciones de servicios públicos. Confiemos en que, por estadísticas, por accidente, por acción u omisión, haya uno que otro que sirva.

Y así se desplomó el prometido cambio que en ese servicio en particular se estaba trabajando contra viento y marea. Los usuarios de esos servicios, al grito.

Esa es solo una pequeña – pero dura – prueba de la diferencia entre los que lucharon y se comprometieron por el cambio y los que apenas querían llegar al poder para que nada cambiara. La parte triste de la historia es a esos últimos les ha ido muy bien. Y la parte dura es que, nueva vez, los votantes están viviendo de la peor manera cuál es su verdadero valor en esa estructura.

En lo personal, salí ganando. Dejé de coger esa pela, no tengo que bregar con ese jefe, y recibo una pensión que pudo ser mejor, pero no me quejo. No soy de grandes gastos y, a sangre y fuego, aprendí a administrarme.

Lo poco que pude hacer para que se percibiera la intención de un cambio quedó ahí, bien a la vista y quedan testigos. Y, después de esa experiencia que terminó siendo tan humillante, ni muerta volvería a trabajar para el gobierno de Luis, que lo permitió todo, desde el primer día.

Sí, porque no fue solo el incalificable final, que casi me cuesta la vida, tal era el nivel de sorpresas desagradables, sino todas las que pasé con la jefa de otra oficina en el mismo terreno y una subalterna mía, que yo misma recomendé para el puesto (se habían apandillado las dos mucho antes de que mi subalterna se integrara a sus funciones).

“La vamos a sacar y yo ocuparé su puesto” fue su saludo el día que llegó. Y no le alcanzaba el tiempo para grabar todo lo que yo decía, para mantener a la otra informada (quien seguramente le ofreció mi posición a cambio y, de hecho, le aseguró la permanencia en la nómina, mediante el debido decreto que tampoco ella firmó), no hablemos de otras prácticas claramente prohibidas en los reglamentos, informados al ministerio, que tampoco hizo nada.

Y la mamá de la subalterna, a quien complací recomendando a su hija, acabando conmigo con las – más que amigas - compañeras de luchas. Fue muy sucio todo. Y absolutamente inesperado.

Sin embargo, todas esas bajezas les sirvieron a las dos para mantenerse en esos puestos, los mismos rangos, y luego en otros territorios, sin cumplir cabalmente con las funciones por las que les pagan, y les pagan muy bien.

Entonces, si esas son las gentes que prefieren y que valen, para mí es mucho mejor estar fuera. Nunca tuve humor y ya no tengo edad para lidiar con esas cosas.

En lo personal, sigo intentando recuperarme del maltrato dispensado. No merecía eso de Luis. No gasté ni un peso en ninguna de sus campañas, pero sí mis únicos bienes: todo mi tiempo, mi espacio y mis precarias fuerzas. Con amor y fe en el cambio prometido.

Nada, que todo pasa y esto también pasará. Pero, francamente, no necesitaba esa experiencia a estas alturas de la vida, ya en cuenta regresiva.

Espero que haya quedado claro que el disgusto, el dolor, es por la forma, el ultraje, no por el empleo.

Perdonen la lata. Gracias por leerme. Necesitaba desembuchar. Vamos a ver si es verdad que resulta terapéutico.



 En los comentarios, por favor, pongan sus nombres. Gracias.

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