Rita, la perrita

 A veces, tenemos la fortuna de recibir una alegría que se convierte en mayor cuando llega en momentos de desaliento, que hace desaparecer la desesperanza y nos lleva a ver la vida a través de otro cristal. Eventos de felicidad simple.

Bruna, nuestra perra border collie, estuvo en celo hace unos meses. No le buscamos pareja por ser ella demasiado joven, pero quedó con un desorden hormonal que la ha mantenido produciendo leche durante todo este tiempo, lo que quizás le retrasaría el próximo celo que esperamos por hora para esterilizarla.

Ayer, unas estudiantes de Medicina que habían encontrado una perrita recién nacida – todavía con el cordón umbilical - abandonada en los jardines de un hospital pusieron un aviso en las redes buscando una nodriza para salvarle la vida. No sobreviviría solo con el biberón.

Previa consulta con los veterinarios, decidimos recibir la perrita, a ver si Bruna la acogía y, de ese modo, no solamente salvar la perrita, sino resolver el problema de la producción de leche sin haber parido, que lleva unos meses largos.

No puedo describir el momento en que, junto al comité de recepción (Arí, el chichuachua, y Dalia, la firulais), mi hija mostró la perrita a Bruna. Fue amor a primera vista.

Inmediatamente establecieron una relación de madre e hija. Bruna no solamente alimenta la perrita, sino que la mantiene limpia. Cuando se le pierde de vista entre las mantas, la saca a golpe de hocico. No deja que salga del espacio donde están. Solo se levanta a comer y a socializar cuando la perrita está durmiendo. Como si estuviera parida.

Los humanos, supuestos seres pensantes, tenemos mucho que aprender. Como dice la vieja canción: “Yo quisiera ser civilizado como los animales”.

Bruna es una perra de buen tamaño, de raza de pastoreo, tremenda guardiana, por lo general alegre, pero hace temblar cuando ladra y no quisiera estar cerca el día que muerda a alguien, mejor dicho, espero que ese día no llegue nunca.

Sin embargo, no vaciló en acoger en su santo seno a una perrita que no sabe de dónde salió. Si se pudiera pensar que Bruna tuvo algún tipo de razonamiento, sería: “la perrita necesita leche y yo tengo”. Listo. No hay que dar más vueltas al asunto.

No hubo que explicarle nada. Solo de tener cerca la perrita, entendió lo que tenía que hacer. Probablemente, la perrita no tuvo ocasión de conocer a su madre, pero debe saber que Bruna no lo es. Ambas encontraron algo que necesitaban mucho. Y, sin el menor preámbulo, procedieron al conveniente y saludable intercambio.

Entonces, aquí estaremos de lo más embulladas por lo menos durante un mes y medio, aprendiendo todo lo posible de la lección que nos están dando estos nobles cuadrúpedos (y eso, dizque son seres irracionales).

Las rescatistas nos sugirieron que la llamemos Rita y, pidiendo permiso a Rita mi prima, Rita se llama. La perrita Rita. Así se lo hicimos saber a Leonardo, quien la adoptará “espontáneamente” cuando Bruna la destete.




 

 

 

 

 

 

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