Ni abstención ni dispersión

Todos los libritos que rigen el mundo actual y comprometen a los Estados a cumplir con determinados estándares insisten en la inclusión social como única vía de solución. Es decir, el progreso nunca se convertirá en desarrollo mientras no se erradique la discriminación, la intolerancia, la inflexibilidad, la invisibilidad social, la desigualdad, la inequidad.

En la República Dominicana, no conformes con todos esos males, vivimos con otro mucho peor: el desdén, el desprecio, el maltrato, el atropello con que los administradores-depredadores de nuestro patrimonio se permiten y les permitimos tratarnos.

Nos arrebatan todo y nos tratan con la punta del pie. Si reclamamos, nos sacan la lengua hasta que se les ocurra una mejor idea para aumentarnos el castigo por la osadía.

El país hace rato que dejó de proporcionarnos la sensación de hogar propio debido a que nosotros, los dueños, somos tratados por los administradores de turno como arrimados. Nos dejamos arrinconar en nuestra propia casa. Seguimos manteniéndola, eso sí. Ya no sé si esa relación es la de las trabajadoras sexuales con sus proxenetas o la de esclavos con sus señores feudales. De cualquier manera, es una relación de explotación y abuso.

Estamos cada vez más lejos de la inclusión social. En nuestro país, no es necesario ser pobre, ni ignorante, ni negro/a, ni homosexual, ni discapacitado/a, ni viejo/a, ni nada de lo que tradicionalmente ha generado la discriminación en el mundo entero. Aquí basta existir para que la peste morada nos declare de su propiedad, de su utilidad, a su servicio.

Alardearon hasta lo indecible de la proyección internacional que dieron al país y lo que han hecho es convertirnos en el foco de atención de las organizaciones calificadoras como lo peor de lo peor en todos los sentidos.

Como víctimas, jugamos nuestro papel, por cierto, patológico. La relación entre los propietarios y los administradores de nuestro Estado no es sana.

Antes de aceptar con resignación aquello de que "20 años no es nada", pasemos minuciosa revista a los 16 años morados, a lo que ha sido nuestra vida en este tiempo. Basta ya.

En los próximos días, tendremos la oportunidad de, pacíficamente, manifestar nuestro repudio a nuestros depredadores y nuestra decisión de cambiar por completo el cuerpo administrativo del Estado, de todos sus poderes.

Masivamente, no sólo acudiremos a las urnas, sino que nos ocuparemos de acercar a ellas a nuestros conocidos con alguna dificultad para ejercer el sufragio. En el mismo tenor, concentraremos nuestro voto a la presidencia en un solo candidato, bajo el lema "ni abstención ni dispersión". Y colocaremos en el congreso y en los ayuntamientos la mayor variedad posible de representación, como debe ser.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Memorias de Gestión Consular

Prestigio prestado

Cuando baila un buen merengue