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Carta a Socorro Monegro

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  Socorro, no recuerdo que nos conozcamos personalmente. Sé que eres la esposa de Juan Hubieres y, otros empleos aparte (en diferentes momentos), actualmente eres diputada ante el Parlacén por la FUPU. Al igual que a tu consorte, te ha ido muy bien en eso que ustedes llaman “lucha social y reivindicativa”. Entonces, empiezo por recordarte que ese consorte tuyo cogió bastante vitrina con Marcha Verde. Solo por eso, deberías salir del grupo que se la pasa echando cubos de mierda a un movimiento cuyo objetivo único era, y lo logró, sacar del poder el PLD y sus derivados, FUPU incluida, en una lucha sin cuartel y a mano pelá contra la corrupción y la impunidad. Luis, el PRM y sus aliados, más todos los advenedizos, fueron los grandes beneficiarios de esas luchas. Por supuesto, en el gobierno hay gente que participó en las marchas verdes, empezando por el propio presidente de la república. Entonces, te aclaro varias cositas: Marcha Verde, como tal, no apoyó ningún candidato. Tod...

Esto no tiene componte

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  Esta tarde acudí a un centro médico, a una consulta. Para variar, la calle estaba llena de conos, para que nadie pudiera estacionarse. Frente a ese centro médico, hay un estacionamiento privado, de a $125 la hora o fracción, del que me habían dicho que era propiedad del dueño de la clínica. Ahí me estacioné. De haber sido todo un sistema electrónico, pasó a ser todo manual. Nada funciona como funcionaba. Paciencia. Cuando entré a la pequeña oficina a buscar el ticket que indica mi hora de entrada, quien me atendió es un agente de AMET (o como sea que se llame actualmente esa “institución”). Le pregunté si trabajaba ahí, en el estacionamiento y me respondió que sí, que tenía ese segundo empleo para ganar más dinero. Le pregunté que si podía vestir su uniforme de AMET en su segundo empleo y me respondió que acababa de llegar, pero que iba a bañarse (en su lugar de trabajo) y a ponerse otra ropa. Abrió una puerta trasera como quien iba al baño y, al abrirla, pude ver una sonri...

La esperanza muerta

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  Mi vaso verde Altagracia Saviñón Mi vaso glauco, pálido y amado, donde guardo mis flores predilectas, tiene el color de las marinas algas, tiene el color de la esperanza muerta... Las flores tristes, las dolientes flores en el agua del vaso se refrescan, y bañan sus corolas pensativas en una blanca idealidad de perlas. Y luego se van lejos... se marchitan abandonadas, pálidas, enfermas, muy lejos del cariño de ese vaso que es del color de la esperanza muerta. Y cuando sola, pensativa, herida por la eterna nostalgia, siento un perfume triste, moribundo, que llega hasta mi alma... pienso en mis pobres flores, las marchitas, las enfermas, dolientes y olvidadas, que antes de marchitarse se despiden tristísimas y trágicas de ese vaso de pálidos reflejos que es del color de las marinas algas... Ya ven: Altagracia Saviñón terminó sus días en un manicomio, y García Lorca asesinado por el franquismo.  Ni ella ni él imaginaron jamás que así estaría el mundo de hoy.   ¡Qué duro es...

No todos son locos

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  Ni sinvergüenzas. Ni narcisistas, ni manipuladores. Los hay retorcidísimos, perversos en diferentes grados. Los hay encubridores de los más variados complejos. Muchos, en denodados esfuerzos por encubrir su verdadera sexualidad. Todo está en masculino, como mandan las reglas de nuestro idioma para referirnos a los dos sexos, no porque se trate exclusivamente de los varones. Tampoco me estoy refiriendo exclusivamente a las relaciones de pareja. De hecho, en las relaciones de pareja no se dan muchas de las situaciones que se viven en el ejercicio de la amistad. Y lo de las relaciones familiares es capítulo aparte. De todos modos, la amistad es la relación que mejor allana el camino al ejercicio de todas las “virtudes” arriba mencionadas. En la amistad no hay vínculos de sangre ni esa atracción fatal que amarra a las personas en relaciones enfermizas. Se da por hecho que la amistad es la relación más espontánea, más desinteresada. La amistad es otro nivel – más bajo – de i...

Las amistades con pareja

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Desde muy joven, me resultó muy llamativo el alejamiento de las amigas y los amigos cuando se metían en amores. Prácticamente, los perdíamos. Ya no había tiempo ni espacio para nosotros. Ni una llamadita. Nada. Las cosas empeoraron mucho a medida que fueron casándose. Algunos saludaban, unos más sonrientes que otros. Pero los había que parecían no conocernos. Y puedo hablar en tercera persona porque nunca fui así. Al llegar a la vejez, hubo algunos indicios de que eso estaba cambiando. Pensé que, ya viejos todos, no habría lugar para lo que siempre me lució una previsión basada en celos. Ridícula, pero que respeté. Es increíble que, a estas alturas del campeonato, todos más para allá que para acá, algunas amigas casadas puedan creer que las solteras podríamos interesarnos en sus parejas. Peor aún: algunos de esos consortes, amigos también, creen lo mismo. Y “dan pruebas de inocencia” desviando los cañones de los celos hacia nosotras, sus amigas, mientras andan en otros pasos que ...

Tu mai ej un cuero

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  En un mundo lleno de padres irresponsables (desentendidos de sus hijos) y de violadores de mujeres y niñas, muchos de ellos con ambos atributos, violadores e irresponsables, llama mucho la atención la naturalidad con la que, en las más insospechadas situaciones, les digan a los productos de esas “virtudes” de los hombres que su mai ej un cuero. Esos hombres fueron paridos y criados por mujeres que probablemente vivieron las historias que las llevaron a ser madres sufriendo sus propias vejaciones de las más variadas naturalezas de parte de los padres de sus criaturas. Por eso es difícil entender dos cosas: una, cómo fue que criaron un hombre igual o peor que quien les amargó la vida; otra, de dónde sale toda esa ligereza para decir que la, voluntaria o no, madre de un niño es un cuero. Siempre se ha sabido de la relación patológica entre la madre y su hijo (varón). La madre adoctrina al hijo de forma tal que él crea que ella es la única mujer que lo quiere, por lo tanto, la ...

Salir en esta, nuestra ciudad

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  Creo que el asombro dejó de ser causa de muerte hace años en el Distrito Nacional. Desde que regresé a Gascue hace un poco más de siete años, una de mis salidas más frecuentes es a la tienda Sirena de la Avenida Mella. Antes de la pandemia, iba a pie y regresaba en taxi. Hoy, como lo hago desde hace un tiempo, me fui en el carro. Cuando, desde la Duarte, doblé hacia la Mella, me vi atrapada en un reperpero entre agentes de la Policía y esos vendedores informales de absolutamente todo que, día tras día, se instalan en las aceras a todo el largo y al frente de la tienda. Fue una escena realmente intimidante. Nada nuevo, pero tampoco es algo a lo que nadie se acostumbra: la violencia policial. Entre el shock que me produjo el evento y el movimiento de un agente en el medio de la calle, me detuve para no atropellarlo. Lo que me gané fue que ese agente le diera varios pescozones a mi carrito de marca asiática, por tanto, plástico; que me voceara de todo, a nivel de “ruede, rue...