Bella Vista por dentro

Señor director:

Si no fuera tan serio el problema, movería a risa leer las noticias sobre “el exclusivo sector” Bella Vista, casi todas debidas a factores externos: que si pululan trabajadores/as sexuales en las aceras, que si los incapacitados mentales duermen en nuestras montañas de basura, que si los bebedores callejeros hacen mucho ruido, que si en la esquina de la panadería se forma un charco de aguas negras que contrasta con la higiene y el olor del pan, la construcción de torres, la tala de árboles, el estado de calles y aceras, todo eso y mucho más, absolutamente cierto.

De todos es sabido que, cada tanto, ocurren incidentes graves. Crímenes. Hay que resaltar otros hechos de la vida diaria del exclusivo – por tanto, carísimo - barrio.

Nunca he leído, por ejemplo, que se hayan quejado de los escándalos, incluso en horas naturales del sueño, de un musiquito queriendo matar a su hijo porque es homosexual. O sea, el musiquito tiene derecho a desinhibirse con la sustancia que más le guste y despertar a todos los vecinos, pero su hijo no tiene derecho a ejercer la sexualidad de su preferencia.

Tampoco he leído queja alguna sobre un empleado de mantenimiento de condominio que, en vez de limpiar regularmente y, sobre todo, secar los charcos que se forman en las viejas y despintadas escaleras cuando llueve mucho – para lo que, supongo, se le paga un sueldo – goza del privilegio de que el administrador en persona le destape una cisterna que, sin haber sido lavada en los últimos muchos años, almacena el agua con la que se bañan seres humanos de todas las edades, se lavan alimentos, enseres de mesa y cocina, la ropa y, eventualmente, se limpian las viviendas, para que él produzca un dinerito extra lavando carros con un agua que no solamente pagan otros, sino que él extrae metiendo un cubo plástico que además agarra, por supuesto, con las mismas manos con las que hace todo lo demás, incluyendo sus necesidades, pongamos por caso, de rascarse cuando le pica.

¿Para qué contarle de las voceaderas de los adultos; la forma en que disponen de los periódicos gratuitos y pagados; los niños chillando a media noche como si fueran las diez de la mañana (no tendrían que chillar a ninguna hora); los trabajadores que suben al techo, rompen cualquier cable y siguen de largo; el inquilino de un cuarto de servicio alardeando, por lo menos tres veces al día, de lo bien que limpia su garganta y su nariz, disfrutando cual orgasmo de las náuseas que provoca en los demás; las invitaciones nada cordiales a que se muden quienes se quejan?

El etcétera es muy largo. Me cuentan que las cosas han mejorado, que están más o menos controlados los temas de las drogas; la música “new age”, “reggaeton” y demás, a todo dar; las agresiones, entre otras, por los estacionamientos; y la sacadera de pistolas. Por cierto, resultó enternecedora la encuesta realizada por agentes policiales sobre nuestra sensación de seguridad. Sólo que la institución olvidó alfabetizarlos antes de lanzarlos a tan noble tarea.

Atentamente,

Cosette Alvarez

Publicado en El Nacional el martes 16 de junio de 2009.

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