Queremos a Luis

A pesar de que llevaba varios días en cama, me levanté, aguanté la pela del tapón, caminé muchísimo debido a lo lejos que encontré un pequeño espacio para el carrito, pasé muchísimo rato de pie para de todos modos no encontrar un asiento, terminé abandonando el hotel apenas empezó el acto, porque ni en las múltiples pantallas gigantes que colocaron en diferentes puntos lograba ver bien, mucho menos oír, la lectura de los documentos mediante los cuales Luis Abinader renunciaba a sus aspiraciones de candidato presidencial para apoyar la pre-candidatura de Hipólito Mejía, al tiempo que Hipólito Mejía se comprometía a llevarlo como compañero de boleta, es decir, como candidato a la vicepresidencia. En presencia de toda una multitud, sellaron un pacto, condicionado únicamente a que Hipólito ganara la Convención. Y la ganó.

En todas las actividades de campaña, antes, durante y después de la Convención, el trabajo de Luis Abinader, su equipo y sus seguidores, no solamente se nota, sino que marca la diferencia. Operan con un criterio muy claro, visible, que impregna a cada acto un sello indeleble de vigor, lozanía, espíritu de colectividad, atenciones personalizadas, bueno, no sé ni cómo explicar bien lo que se siente al ver todos esos muchachos tan bien entrenados, tan bien coordinados, tan sonrientes, ocupándose de los detalles en todas y cada una de las reuniones, concentraciones, caravanas y demás.

Luis Abinader, su equipo y sus seguidores vienen siendo como un refresco en medio del desierto. Y me cuentan que en las actividades a las que acude en ausencia del candidato presidencial, su discurso hechiza. De hecho, su sola presencia también hechiza cuando no se dirige a los asistentes.

Una de las mayores retrancas de nuestra política es el sistemático impedimento al paso de las generaciones más jóvenes. Los que en un momento pasado “llegaron”, no quieren soltar los puestos, las opciones, sin aceptar que están gastados o que perdieron su popularidad, que su carnaval pasó. Y eso tiene un efecto mortal en los partidos.

En el caso particular del PRD, se habla de que el tranque con el presidente del partido, que perdió la candidatura presidencial en la Convención, se debe a su exigencia de que se le entregue la candidatura vicepresidencial. Así nomás, sin que esté claro a partir de qué criterio, como un capricho de niño malcriado que no reconoce ni respeta un pacto sellado mucho antes de la Convención.

No, Miguelito. Queremos a Luis. Compromiso aparte, Luis suma y multiplica.

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