De clubes y abogados

Un atleta, al cabo de más de diez años dando prácticas deportivas en un prestigioso club social que aglutina inmigrantes famosos por tacaños - miserables, más bien - pero no por tramposos, solicitó una carta de trabajo y se la negaron.
Le dijeron que él no prestaba servicios allí en calidad de empleado. Sólo entonces se dio cuenta de que nunca le habían dado vacaciones, que si se tomaba unos días por cualquier necesidad, se los descontaban del pago, nunca le dieron regalía pascual, ni nada que no fuera un exiguo cheque mensual por el número de días trabajados.
Hay que saber que los deportistas, además de costear sus estudios, deben cubrir lo que no les cubre el gobierno para mantenerse en forma y poder competir en el país y fuera de él. Y todo es carísimo, empezando por la alimentación y siguiendo por los uniformes, implementos y maquinarias, según el área en la que se destaquen.
A pesar de estar organizados en federaciones, a veces ni los transportes les facilitan para que vayan a poner en alto el nombre de un barrio, de un pueblo o de todo el país.
Entonces, no se explica ese espíritu explotador de un club ni de cualquier otra institución que trate de ese modo a los atletas, a no ser que entendamos que sólo siguen el ejemplo gubernamental, el brutal desamparo.
Si a eso le sumamos que el muchacho apoderó a un abogado y - digamos que - ganó el caso, pero lleva tres meses diciendo que no le han efectuado el pago, lo que dio lugar a que el joven atleta se dirigiera personalmente al club, donde ¡oh, sorpresa! le entregaron copia del cheque ya devuelto por el banco, canjeado hacía meses con la firma y el sello del bufete del abogado, quien, por cierto, no se ha dejado sentir jamás, tenemos que convenir que los niveles de desencanto y desesperanza que padece la juventud a pesar de sus esfuerzos por ser personas de bien, los ponen en una situación de vulnerabilidad que bien puede terminar en vicios, delincuencia y hasta suicidios.
Están recibiendo más que mensajes, embates institucionales que les dicen que no valen nada. Y la pregunta obligada es ¿para qué joder tanto? ¿para qué tanto esfuerzo en deportes y estudios que sólo los llevan a trabajar sin derechos laborales y a ser estafados, por cierto, por un profesional del Derecho?
Y les estoy contando una sola historia, en realidad mezclada de dos casos, pero fueron tres atletas, en el mismo club y por el mismo abogado.
No sea nadie pendejo. ¿Cómo quedan los padres o tutores de esos tres jóvenes, después de haberles inculcado valores y, al vivir semejante experiencia, terminaran cuestionando la formación que les dieron?
Sí, porque además de todo, están viendo a sus coetáneos que son hijos de funcionarios llevando una vida mucho menos sacrificada, más bien espléndida, sin el menor mérito, sin esfuerzo alguno.
Nada, esperemos que se rebelen y pasen la debida factura al sistema.

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