Usted es la culpable

Nos pasamos la vida con mucha información a la que no hacemos caso ni nos molestamos en procesar. Pero me irritan tanto ciertas conmemoraciones, por ejemplo, la de hoy, que decidí echar un vistazo a algo tan conocido que debería resultar familiar: el Génesis del Antiguo Testamento.

No tardé en recordar que tanto en el Corán como en el Talmud existen narraciones sobre la llamada Creación en el mismo tenor que la bíblica y las tres llevan a la misma sentencia: desde el principio mismo de la vida en la Tierra, las mujeres somos las culpables de todos los males que nos afectan y también de los males que afectan a los hombres. 

Debe ser por eso que no hay castigo que nos limpie, no hay dolor que nos redima. Todo lo que se hace en contra nuestra es poco en relación al mal que hicimos a la humanidad desde su mismo origen, agravado por la osadía, ya que no pasamos de ser producto de uno de los más de doscientos huesos que, seguramente, Adán y sus equivalentes en los otros libros tenían; encima, tentadas por un reptil bellaco.

Sin leer demasiado entre líneas, recordemos que aquel fruto prohibido era nada más y nada menos que el del árbol la ciencia y el saber, es decir, del conocimiento. No hay que ser doctor en análisis de textos para entender claramente que fuimos creadas para vivir en la ignorancia, que el saber de las mujeres perjudica a los hombres y el solo intento de probar su fruto nos ha condenado ¡hasta a los dolores de parto! por los siglos de los siglos.

Amigas, congéneres, eso está demasiado bien orquestado desde hace demasiado tiempo. El menosprecio a las mujeres está demasiado bien respaldado por los libros sagrados. Es ancestral, milenario y, si averiguamos un chin más, podríamos encontrar que es hasta genético.

Entonces, lo primero que hay que desmontar es la ilusión de que Dios podría ser mujer. Nadie, ni Dios, afila cuchillo para su garganta. Y también podemos descartar que esos libros hayan sido escritos por inspiración divina, que se traten de la palabra de Dios o como le llamen en otras culturas.

Pero, obviemos ese espinoso tema. Lo que interesa, al menos en ciertas fechas y hoy es una de ellas, es la inminente revisión de las luchas por los derechos de las mujeres, contra la violencia de género y demás abusos, desigualdades y exclusiones.

Basta ya. Dos mil dieciséis años, la era cristiana, son más que suficientes, y sabemos que antes no era mejor. Nuestros logros personales, sociales, políticos, económicos, religiosos, etc., no pueden, de ninguna manera, seguir siendo cesiones de espacios que debemos agradecer a la generosidad de un hombre o de un grupo de ellos.

Si pretenden asquerosearnos porque, según el cuento, salimos de una de sus costillas, sólo hay que recordarles que ellos salieron de nosotras y no precisamente mediante un acto de magia, sino con dolor, con mucho dolor, y no de muelas; que muchos de ellos son productos de relaciones de ésas que destrozan la vida irreparablemente; que demasiados de ellos son hijos de padres irresponsables; en fin, que lejos de ser iguales a ellos, somos muy superiores.

No, no hay que aguantar que se nos coloque en el lugar inadecuado. No necesitamos ni queremos veneración. Sólo respeto. Y no vamos a mendigarlo, sino a exigirlo. Vamos a demostrarles (digo, porque parecen no haberlo notado) que no llegan a ninguna parte sin nosotras, lo cual no es exactamente así en el caso contrario. 

Demasiadas mujeres, aun con marido en casa, llevan la carga completa del hogar, incluyendo las malas mañas de ese atrabanco que tienen por "compañero de vida" (¡qué vida!). Y no los botan. Todavía muchas creen que no son nada sin un hombre. ¡Es al revés!

Pensemos en las mujeres del campo, que siendo la mitad de la fuerza de trabajo en la producción de alimentos (agrícola, pecuaria, forestal, pesquera...), vive en una situación mayor de violencia y abuso que va desde la falta de remuneración y de participación en las ganancias cuando las hay, hasta el escaso acceso a la tenencia de la tierra y al crédito.

Creo que no hay nada que pueda contarles que no lo sepamos todas. Sólo me queda insistir en que soltemos el martirologio y recuperemos el tiempo y el espacio perdido. Es cuestión de dignidad. Lealtad y sumisión no son sinónimos.

Usted no tiene la culpa del arraigo de la tradición. Sin embargo, tiene la culpa de no hacer nada por arrancarla de cuajo.

 .


Comentarios

Sonia Alfonso ha dicho que…
Coincido contigo en todo lo que expones en este artículo Cossette. Y voy a añadir lo siguiente: hemos estado condenadas y etiquetadas desde el mismo momento en que supuestamente fuimos creadas a partir de la "costilla del hombre". Porqué? Pues si se les ha hecho creer que salimos de la costilla, entonces ellos han entendido que somos propiedad suya... y eso no es cierto!! Basta ya!!! A defender nuestra independencia y nuestra singularidad, siendo orgullosas de nuestra hermosa feminidad.

Sonia Alfonso
Luis M Tavárez ha dicho que…
Responsabilizar a la mujer por no liberarse de sus cadenas, es igual que responsabilizar al esclavo de su esclavitud. La mujer está atrapada en constructos sociales hegemónicamente impuestos por hombres, quienes dominan el panorama político, económico, científico y cultural. Para ser libre, primero se necesita entender que se es esclavo, y en el caso de la mujer dominicana es por ello que se hace indispensable sembrar en ella conciencia feminista. Sin eso será imposible.

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