Mujeres verdes

Estoy muy lejos de ser feminista, hembrista o cualquier otra cosa que me coloque de manera particular del lado de las mujeres. Sin embargo, a lo largo de esta cruzada por el fin de la corrupción y la impunidad, sin menospreciar el trabajo y la dedicación de tantos y tantos hombres, hay que destacar el arrojo de muchísimas mujeres.

Algún día se reconocerá la labor titánica de nuestras mujeres en el exterior, particularmente las de NY, cómo se esfuerzan para que las cosas funcionen allá y aquí. Pero lo que las hace grandes es que se fajan igual sin esperar ese reconocimiento.

Yo misma tengo que agradecer a las muchas mujeres que, espontáneamente, han formado equipo conmigo para la iniciativa periférica de los cartelitos: las que aportan dinero, las que se fajan a armar los cartelitos y las que los reparten en las marchas, aunque en los tres grupos también hay hombres, pero son menos.

Aquí se está dando un fenómeno que se podría considerar raro, pero no lo es. Siempre ha sido así. Desde que una mujer se destaca, sale uno (o más) "hombre/s" a desacreditarla, en este caso, en términos de su supuestas traiciones a la causa por su supuesto apego al dinero, pretendiendo así que sean vistas como semejantes a los corruptos impunes contra los cuales luchamos. 

En un distorsionado sentido de la igualdad, cual ladrón juzgando por su condición, creen que ellas tienen precio. Y no lo tienen, ni barato ni caro. Tiempo y oportunidades han tenido de sobra para venderse, y no lo han hecho. Para vivir, hacen algo que muchos hombres no han hecho en toda su vida: trabajar, ejercer sus profesiones, en las que han sido y son muy respetadas por sus colegas y por quienes conocen sus desempeños.

Me refiero a dos de las más atacadas, primero, porque son las dos que más han dado la cara por el movimiento verde, las dos que más tiempo y esfuerzos le dedican y las dos que, cada una en su área, tienen más poder de convocatoria, entre otras, porque sus respectivos discursos son convincentes y sus respectivas trayectorias han sido limpias y coherentes.

Las conozco de muchísimos años, aunque no he cultivado amistad propiamente dicha con ninguna de las dos, pero siempre hemos coincidido en estas jornadas (yo, desde las gradas), y nos tratamos con gran cordialidad.

Hablo de María Teresa Cabrera y de Altagracia Salazar, dos bastiones de la marcha verde, sin las cuales, con toda certeza, esta causa se habría disuelto hace tiempo.

Las dos me han dicho, por separado, que no haga caso a esas maledicencias, pero cada cual es como es, y yo no soy así, de dejar pasar, máxime tratándose de dos mujeres en las que, si no confiamos, literalmente nos jodemos; a las que debemos cuidar y proteger, por lo tanto, no podemos ser indiferentes a los ataques que les profieren hombres, de los cuales, lo único que sabemos es que no sirven, que nunca han servido, para nada. Es más, de algunos de ellos, lo poco que se sabe de los diferentes aspectos de sus vidas no es nada digno.

No estoy diciendo que tengamos obligación ni inclinación a venerarlas, ni adorarlas, ni profesarles ningún tipo de devoción, ni siquiera simpatía. A lo que sí estamos todos obligados es a respetarlas y a exigir a los demás que las respeten. Es lo mínimo que podemos darles a cambio de lo que están haciendo, ya que el resultado verde nos beneficiará a todos por igual, hayamos o no hayamos participado en la lucha.

Nada, recordemos que la solidaridad es la base del progreso y que, como dice el proverbio africano, "cuando el rebaño se une, muere de hambre el león". Pasen buen día.




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