Prestigio prestado

Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su primera acepción, que el prestigio es la “pública estima de alguien o de algo, fruto de su mérito”. Salto la segunda acepción por irrelevante para mis fines. En su tercera acepción, define el prestigio como “fascinación que se atribuye a la magia o es causada por medio de un sortilegio”. Y en la cuarta acepción, establece que el prestigio es “engaño, ilusión o apariencia con los que prestigiadores emboban y embaucan al pueblo”. Tiene varios sinónimos. Su antónimo es el descrédito.

Pensando en esta fiebre universal de tomarnos – y publicar - fotos con personas que consideramos importantes, sea en el área política, económica, social, artística o de cualquier orden, con el único propósito de exhibir cercanía con ellos, tengo que recordar a mi fallecido amigo Fifo Brugal y sus mordaces burlas a quienes, según su criterio, vivían del prestigio prestado.

Una buena parte de la costumbre de tomarnos fotos con relacionados de prestigio puede ser muy sana, una simple expresión de alegría, orgullo, o los dos. Otra parte importante puede ser “vainera”, interesada, o ambas.

Pero hay una parte que raya en lo repugnante. Personas que se encuentran en un alto nivel social, económico y, principalmente, político que, al alcanzar las posiciones que hoy ostentan, alimentaron sus egos de tal manera que se olvidaron de los demás al extremo de que, cuando esos demás aparecen ante sus ojos o sus oídos, los ignoran, los espantan, los tratan mal, creyendo que ya no los necesitan y que pasaron a la categoría de estorbos, al tiempo de arrastrarse como reptiles ante la presencia del superior de los superiores.

Lo peor es que, buscando mostrar al mundo su cercanía con las alturas, se presentan a lugares donde estará su jefe, incluyendo lugares lejanos, tratando de captar su atención, ya sea una palmadita de saludo, una sonrisa o la limosna de una simple mirada, lo cual pretenden lograr a base de loas.

No han sido pocos los videos ni pocas las fotos que dejan claro el nivel de ignorada de la que son objeto algunos de esos lambones. Se ve claramente que el hombre les pasa por el lado y sigue de largo. Bien merecido. Pero no aprenden. Por el contrario, alardean de su fantasía quasi sexual, dando por hecho que nadie vio las pruebas de lo contrario.

Entiendo que nos inculcaron la veneración en la iglesia, desde niños. Pero también me consta que la adoración y la genuflexión no han aportado nada a nadie, nunca. Sé que muchos dioses de carne y hueso más bien sienten asco de la pleitesía. No respetan a quienes la ejercen. En el mejor de los casos, desconfían de la coba. Y saben que esas concesiones, esas fotos en las que prestan su prestigio al solicitante, muchas veces solo dan descrédito a cambio.

Todo esto viene a cuento porque, en la curva final de un período gubernamental, con una segura reelección a la vista, demasiados funcionarios están contando con permanecer en sus puestos o conseguir otros iguales o mejores en el próximo período, y realmente se están desbordando, en primer lugar, en autobombo, y en simultáneo segundo lugar, en absurdas, ridículas palabras y acciones de alabanzas a quien firma los decretos.

No sé si el jefe del gobierno ha cambiado su posición al respecto. Lo que recuerdo de él cuando todavía no era presidente es que no le gustaba que le tumbaran el polvo. Hasta puedo dar fe de que acogió con beneplácito la sugerencia de alguien a quien entonces apreciaba, de prohibir la costumbre, heredada del trujillismo, de colocar fotos del presidente de turno en las oficinas públicas.

Sin embargo, veo que demasiados funcionarios de primer rango justifican la publicación de sus fotos y sus logros agregando una foto del presidente de la república (en algunos casos, ¡más pequeña y detrás de la de ellos!), esperando no ser amonestados porque comparten “generosamente” el alimento a sus egos con su superior inmediato, en algunos casos con pinturas en las paredes del local donde ejercen sus funciones, detalle muy divorciado de la promesa de cambio.

No ha faltado quien haya asomado la cabeza promoviéndose como relevo para el 28, mucho antes de que empiece el mandato del 24.

Hay que ser muy poca cosa en la vida, francamente…




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