Don Radhamés y don Cuchito

No los conocía de nada. Y ahora, a mis 74 años y ellos dos fallecidos, hago pública mi gratitud: fueron las dos únicas personas, de las tantísimas que he conocido en mi vida, que me valoraron. Desinteresadamente.

Más de una vez los dejé, y ellos siempre lograron que volviera.  Sin embargo, cuando ellos dejaron de dirigir esos medios, no tuve que molestarme en dejarlos.

La administración no tuvo que cancelarme, porque nunca me pagaron. Bueno, una vez exigí pago, me lo dieron y, aparte de que pagaban (poco) el día 45 de cada mes, la administración empezó a ponerme condiciones sobre el contenido de mis escritos, así que, posición anterior: preferí que no volvieran a pagarme. Soy del diminuto grupo cuyas plumas no tienen precio.

Pero dejemos eso. Lo que quiero recordar es la parte agradable.

A principios de los 90, envié una carta a El Nacional, alarmada por la aparición de un personaje detestable por televisión. El director, don Radhamés, me llamó para indicarme que debía hacerlo más corto, lo hice, él lo publicó como Cartas de los Lectores, me pidió que le mandara una todas las semanas, lo hice, y luego me mandó a pedir una foto para “ascenderme” a articulista.

No recuerdo cuántos artículos había publicado cuando decidí ir a su oficina a conocerlo. Tampoco recuerdo cuántas veces peleamos, pero fueron muchas, como los verdaderos amigos.

En uno de esos momentos de disgusto, ocurrió algo que me tenía embuchada. Lo escribí y se lo mandé a don Cuchito. Lo publicó, y ahí seguí, en las páginas de Hoy. Cuando don Radhamés y yo hicimos las paces, volvió a publicarme en Cartas de los Lectores y uno que otro esporádico reportaje.

Vedettismo aparte, lo que me marcó positivamente y para siempre fue el apoyo de esos dos tremendos, respetables y respetados directores de periódicos, no hablemos de la diversión compartida por las llamadas a quejarse de algunos funcionarios al dueño de esos medios y, por otro lado, la molestia, la rabia y hasta la indignación que manifestaban algunos compañeros de páginas por mi fan club: los tantos lectores que me enviaban cartas y me abordaban en la calle, de lo que nunca perdí ocasión de alardear.

No eran celos profesionales, no podían serlo. Los profesionales eran ellos. Yo era una aficionada. Y nunca me cruzó por la cabeza compararme. No soy persona de invadir espacios ajenos, ni de imponer mi presencia. Más fácilmente me quito. Y la realidad es que ellos, los irritados, tampoco me lo habrían permitido.

Prefiero no recordar a quienes les fue muy bien con algunas de mis publicaciones apoyándolos, defendiéndolos. De la mayoría, no he vuelto a saber jamás. A quienes mejor les fue, hasta dejaron de saludarme después que resolvieron.

Por otro lado, no sería justo olvidar los beneficios laterales: las tantas invitaciones a programas premium de radio y televisión, las solicitudes de otros medios importantes para que les enviara artículos, lo útil que resultó ser persona conocida para sobrevivir a situaciones aplastantes, etc.

En fin, quiero agradecer una vez más a esos dos hombres que - a diferencia de algunos familiares, amistades y conocidos - no tenían el menor vínculo ni obligación conmigo, nunca me debieron ni medio favor ni un solo peso y, sin embargo, además de consentirme y celebrarme no pocas ocurrencias, fueron quienes me proporcionaron un reconocimiento social que no sé si merecía, pero que disfruté enormemente mientras duró.

Donde quiera que estén, ¡gracias!

Si decide escribir un comentario, por favor, incluya su nombre. Gracias.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me encantaba Radhamés a quien conocí muy bien. He disfrutado este artículo como no te imaginas. Gracias.
Anónimo ha dicho que…
Como siempre excelente,por eso dos grandes te valoraron...RuthPalacin

Entradas populares de este blog

El Vergel desde 1965

Carta a Deligne

Carta a Socorro Monegro