Sabor de engaño

Nos tienen hartos. Perdí la cuenta del número de llamadas que recibimos diariamente de los bancos o sus agentes externos diciendo que tenemos una tarjeta de crédito pre-aprobada, u obsequiada por algún supermercado donde compramos, que sólo le faltan algunos de nuestros datos personales y que en cuestión de seis a ocho días nos la mandarán vía mensajero. Bancos con los que ya hemos tenido tarjeta y la hemos cancelado. Bancos a los que hemos solicitado tarjeta y nos la han negado. Bancos que ni sabíamos existían, ni dónde quedan, ni nada. Y nuestra información personal por ahí, de boca en boca, de mano en mano, de pantalla en pantalla.

La única vez que me llegó la prometida tarjeta “gold”, tenía un límite de cinco mil pesos. La devolví. Es una falta de respeto, máxime cuando tampoco pagan las comisiones prometidas a quienes venden las tarjetas por teléfono, sino que los cancelan tan pronto obtienen sus listas de conocidos. A mí no me llamen más. El telemercadeo es una invasión, al igual que los mensajes de publicidad por correo electrónico.

Total, en muchísimos negocios no quieren que les paguen con tarjeta, sino en efectivo, para evadir impuestos y facilitar su contabilidad por la izquierda. En otros negocios, incluyendo servicios públicos, cuando no es que nos cargan las facturas dos veces, es que los operadores aprovechan y arreglan cualquier descuadre, y hasta se ha sabido de usos personales a nuestras tarjetas. En algunos, nos cobran un cinco por ciento cuando pagamos con las tarjetas. Y los bancos nos cobran a cada rato cincuenta, ochenta y cien pesos por conceptos que no están del todo claro, incluyendo la emisión única de la tarjeta, que la cobran todos los meses.

Donde botan la bola es en las ofertas de préstamos. Ofrecen préstamos, todos, “a la más baja tasa del mercado”, para iniciar un negocio propio, pero los niegan o sólo aprueban una pequeña porción del monto solicitado porque el negocio no ha arrancado. También aseguran el desembolso en dos o tres días, pero siempre pasan semanas antes de que nos juntemos con los cuartos.

Por hoy, voy a dejar de lado la forma desconsiderada y humillante en que se atreven a tratarnos algunos gerentes y oficiales de negocios, la rapidez con la que pasamos de bienvenidos a plagas, de organizados a insolventes, de amigos de infancia a desconocidos, de pana full a enemigos políticos, etc.

¡Ah, las nunca bien ponderadas ferias de automóviles! Es cierto que muchos que así lo desean salen montados, pero a los dos meses, espérelo, la devolución de vehículos no es chiquita, eso, si no lo embargan primero. Dizque conceden meses de gracia, pero después resulta que el nunca bien ponderado “sistema” no los reconoce, y cuando usted cree que debe empezar a pagar, hace rato que está en legal por mora.

¿Y los supermercados? Cada vez que suben los precios, arman una rifa. Los productores locales y los representantes de marcas extranjeras, abren concursos para dormirnos con los aumentos. Los que brindan servicios públicos, aunque sea a través de empresas privadas, más allá del cobro de servicios no prestados o prestados de forma incompleta o insatisfactoria, nos obligan a pagar antes de reclamar facturaciones equivocadas. Nos cobran cuentas dejadas por usuarios anteriores. Para lo que les conviene, la deuda es de esa dirección. Pero no aceptan reclamaciones si no es al titular del contrato, aunque acepten que cualquiera pague.

Lo de nuestros gobernantes, llora ante la presencia de Dios. Su vida a todo dar, sus viajes, los hoyos que dicen haber encontrado y los que no terminan de cavar ellos mismos, todo lo que necesitan, todo lo que se les ocurre, nos lo cargan a nosotros. Los impuestos directos e indirectos, las recaudaciones en general, no les alcanzan. Las aumentan, sin proporcionar a los votantes suyos y ajenos los medios de producir. Por eso decimos que no hay circulante, porque el dinero no circula, no se mueve en círculos, sino en línea recta y en una sola dirección.

Hemos llegado al extremo de ver cómo se perdió el decoro dejando trascender quiénes son corruptos para sí mismos y quiénes lo son para apoyar las aspiraciones de perpetuarse en el poder. Por ahí anda rodando una lista que no refleja ni del Credo la mitad.

Todo anda patas arriba. Entienden por educación construir y remodelar escuelas. Entienden que la salud se garantiza inaugurando hospitales y dispensarios sin equipar. Creen que el problema del transporte se resuelve con doce kilómetros de tren subterráneo. Pero, entonces, tanto que les gusta la construcción y dicen públicamente que no tienen con qué reparar un puente roto. O sea, donde se necesita, no se puede. ¿Ven cómo es la cosa? La generación de empleos consistió en nombrar a todo el mundo durante la campaña y cancelarlos después de las elecciones. Ya ni siquiera necesitan que el ojo del amo engorde el caballo, y se la pasan en todas partes, menos donde tienen que estar, que para eso les pagamos.

Los empresarios y los políticos son iguales. Sólo se enfrentan porque son rivales en el manejo, en el acaparamiento de nuestro dinero. Los empresarios son privados y los políticos son públicos, es todo. Son interdependientes. Enemigos íntimos. Cómplices en nuestra contra, nos explotan y engañan por igual, sólo que los unos necesitan el contubernio de los otros, para lo cual se valen de un mediador, que si viene de la Santa Madre Iglesia, mejor porque así aprovechan para financiar la evangelización y ganan indulgencias plenarias.

Que, cuando me cuentan las vehementes (des)informaciones que salen desde las emisoras de radio y los canales de televisión, de las bocas de profesionales de la comunicación social y otras áreas, no me queda más que preguntarme quiénes somos, de qué estamos hechos. Decía Séneca que nunca hay viento favorable para quien no sabe adónde va. Nosotros sabemos que vamos p’alante, por eso el viento nos favorece, así que no tardaremos en caer vertiginosamente por el precipicio con el cuerpo y el alma impregnados de sabor de engaño.

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