Parecía una buena noticia, pero...

Lean, por si les resulta de utilidad, pero no me digan que deje eso así, porque no lo haré.
Estuve en el servicio exterior durante el gobierno de Hipólito y hasta febrero de 2005. En abril de 2003, cuando empezaron los descuentos para el fondo de pensiones, yo no estaba en el país y nunca nos enviaron un mensaje diciendo que, si veníamos de vacaciones o por cualquier otro motivo, debíamos pasar a firmar el contrato con la AFP, de manera que, al día de hoy, no he firmado ese contrato, que bien pudieron haber mandado por la valija diplomática que tantas veces llegaba llena de disparates.
Para esos fines, me llamaron ayer de la AFP Reservas, para que pasara a firmar el contrato y a llenar un formulario de reclamación de los fondos acumulados, que “usted podrá retirar cuando cumpla 60 años (pretérito plus-quam-perfecto) y demuestre que lleva tres meses sin trabajar (elevados a la N potencia)”.
Cuando me explicaron cómo eran los descuentos y los intereses que generaban, calculé que podía tener cerca de un millón de pesos acumulados, así que terminé mi descanso post-virus, dispuse de mis únicos 500 pesos, llamé un taxi y fui a la AFP a agilizar el trámite.
Lo primero es que la oficina no está donde dice, ni siquiera donde está el letrero. Tuve que caminar dos cuadras bajo un sol inclemente y con mi pie hinchado para encontrarla en el fondo de una pequeña plaza comercial, detrás de una farmacia. Que conste que fui muy bien tratada.
De entrada, los meses trabajados antes de abril de 2003 no podían aparecer de ninguna manera porque no descontaban nada hasta entonces, o sea, que eso estaba perdido desde antes de empezar. Y de los 22 meses, de abril de 2003 a febrero de 2005, sólo aparecen 7 descuentos, o sea, la tercera parte, de los cuales, ni uno solo guarda relación con el sueldo que recibía, sino muy, muy, por debajo, del cielo a la tierra, digamos que el 20%.
Es decir, era sobre la base del 20% de mi sueldo real que me descontaban el 2.8% y que la Cancillería pagaba el 7.2% que le tocaba, por cierto, siempre con mora, porque así nos pagaban, con tres y cuatro meses de retraso. Eso sí, pagaban los meses juntos, pero parece que enviaban al fondo de pensiones los descuentos de uno solo de los dos, tres o cuatro (una vez fueron cinco) cheques que mandaban juntos, atrasados todos. 
Por cierto, me lució muy extraño que a nadie de los que manejan esos datos le llamara la atención que esos pagos, además de las irregularidades mencionadas, no correspondieran a meses consecutivos, sin preguntarse si fue que no me pagaron esos meses o si era que me cancelaban y me volvían a nombrar.
Ahora tengo que hacer un peregrinaje, primero a la Tesorería a procurar una constancia de los pagos emitidos a mi nombre, luego a la DIDA a buscar una certificación de no sé qué, de ahí a la Cancillería, ya se me olvidó a qué, y luego empezar todo de nuevo, dependiendo del resultado de ese peregrinaje que, francamente, no veo cómo revertirá la situación doce años después.
O sea, que no hay forma de que una noticia pase de la categoría de aparentemente buena, porque todavía en el caso de que se pueda enderezar el entuerto, mi desgaste será irrecuperable. Y así el de todos los ciudadanos hasta en la más simple diligencia relacionada con las oficinas gubernamentales.
¿Sabré algún día dónde fue a parar el dinero que, con certeza, me descontaron y que nunca llegó a mi cuenta del fondo de pensiones? Esto es agotador. Innecesario. Abrumador.

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