Solución: perjudicarnos

Es alucinante la capacidad morada de solucionar problemas fabricando leyes que perjudican la población, mostrando cada vez con más claridad que el famoso nuevo camino conduce única y directamente al fondo de un abismo.

Y es más increíble todavía lo bien entrenados que están los empleados públicos para ejecutar esas acciones con una naturalidad realmente pasmosa, cómo es que tratan a los ciudadanos como mendigos. Sí, porque cada vez que un empleado peledeísta te pregunta que en qué puede ayudarte, que insiste en que quiere ayudarte, te está faltando el respeto.

Lo correcto sería en qué puede servirte, insistir en servirte, que para eso le pagas, para eso está ahí. Lo que andas buscando no es ayuda, sino servicio. Uno que llega molesto por el trato del infaltable guardia que reserva los parqueos para todos los que no están y te manda a un parqueo lejano y privado, que debes pagar, o a la calle, inexplicablemente más cara siendo un espacio público, y entonces tener que lidiar con un/a empleado/a a quien no le cruza por la cabeza que debe prestarte un servicio, sino que se siente buena gente y te ofrece ayuda. No hay manera de que entiendan. Ahí mismo quedas con un estigma de usuario/a difícil, cuando no es que te tratan como un/a pobre loco/a. No hay respeto.

Pero en lo que se han dado grandes es dando información falsa, inadecuada, o de cualquier tipo, menos del que necesitas para resolver lo que te llevó a la institución.

La botan por los 411 cuando pides ver a determinada persona y te preguntan qué quieres tratar con ella. Demasiado atrevimiento, demasiado menosprecio por el ciudadano común, porque hay que verlos convertidos en melcocha cuando se trata de un allanta-perros.

Esta mañana decidí dar una vuelta por la TSS para dar un poco de seguimiento al asunto de mi dinero que nunca llegó a la AFP y que, según en encargado de nómina de la Cancillería, se había comprobado que, en su momento, se hicieron los libramientos correspondientes, que fue la TSS que no remitió los fondos a la AFP.

La joven que salió a "ayudarme" resultó ser hija de una pareja de amigos de la juventud, una muchacha bien criada, sin duda y no tardó en desmontar el embuste del encargado de nómina de la Cancillería, explicándome que eso era sencillamente imposible. Se comprometió a investigar mi caso y me sugirió que, ya que estaba en el edificio, hiciera una parada donde la persona que me recibió la otra vez y abrió el caso que me afecta.

No voy a contarles la escena para poder llegar hasta donde la joven mujer que la otra vez me atendió tan bien. Hoy me recibió de una vez, probablemente ya todo el mundo sabía de mi presencia en el área, desde el percance con el guardia del parqueo, el de la recepcionista de abajo, y todo lo demás.

Ven sus malas prácticas con tanta naturalidad que, esta joven mujer que, sin dudas, fue a la escuela, me dijo que debía alegrarme de poder estacionar mi carro en Plaza Naco aunque tuviera que caminar hasta el edificio, ya que sólo eran 25 pesos, porque en la calle (vía pública) es a 100.

Y ella, la mísmisima que en diciembre me dijo que abriría el caso porque tendrían que pagarme todo mi dinero, el que me descontaron, la parte que correspondía a la institución, los intereses generados y la mora, me dijo hoy, muy contenida como quien está loca por dar un boche pero se aguanta, que recordara que en tiempos de Leonel se promulgaron dos leyes de amnistía de las deudas de las instituciones y empresas a las AFP ¡como un incentivo para que se regularizaran o se inscribieran en el cumplimiento de una ley puesta en vigor en 2003! 

Agregó que la cancillería se había acogido a esa amnistía, por lo cual, su única obligación conmigo era devolverme estrictamente lo que me habían descontado, es decir, el dos punto qué sé yo cuánto de mi sueldo. El siete y pico que le toca como empleador, los intereses y la mora, perdido. Sólo tienen que devolverme lo que me descontaron, un dinero que dejé de recibir, por lo tanto de usar, del que no he dispuesto durante todos estos años, encima, devaluado.

No quieran saber la lista de instituciones por las que debe pasar el caso para que yo, algún día, me junte con ese menudo. No conformes, te dicen: "y cáigale atrás a eso, que ya usted sabe cómo es la cosa". Va bien larga la lista de quienes han desistido, hartos de dar viajes para que los pongan de mojiganga.

A todo esto, la tal ley de amnistía lo que menciona es una reprogramación de la deuda, no un perdón. 

Pero es así en todos los aspectos de la vida diaria de diez millones de ciudadanos al servicio de los treinta y pico de miembros del comité político del PLD. Pero, hasta la ciruela pasa, así que el PLD también va a pasar.

Yo, Cosette Alvarez, maldigo mil veces al PLD y a todos sus cómplices por acción u omisión. No perdono a los apáticos en la lucha por el fin de la corrupción y la impunidad, mucho menos a quienes se metieron en la lucha y terminaron perjudicándola por sus pequeñeces personales, por su mediocridad. Todavía aspiro a no morir sin verlos pagando por todo el mal que hacen al pueblo dominicano, sólo por el gusto. Eso es lo que son: unos malditos.


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