Mensaje a mis colegas
Apreciados colegas:
Probablemente, de todo el servicio consular
dominicano, yo soy la de más edad, por lo que, amparándome en ese – digamos -
privilegio, decidí dirigirme a ustedes con el siguiente mensaje:
A pesar de todas las dificultades, en su mayoría
innecesarias, por las que pasamos antes de llegar a nuestros lugares de
trabajo, debemos valorar que fuimos los escogidos entre los tantos llamados, igualmente
meritorios, que quedaron fuera.
Está claro que todo el mundo trabaja por su bienestar
y el de sus dependientes. Sin embargo, nosotros somos parte de una causa
política que hemos bautizado como “el gobierno del cambio”. Por lo tanto,
estamos obligados a marcar la diferencia.
Esa diferencia, el cambio, no se logra simplemente con
caras nuevas, ni muebles ni equipos renovados. Los consulados constituyen un servicio
de trámites burocráticos – muchas veces tediosos, demasiadas veces con
inexplicables trabas – y de protección de los derechos de los ciudadanos en el exterior.
Tenemos por delante tres años completos para hacer
historia. Hagámosla. Que al final de este período, la vida de los dominicanos
en el exterior sea más llevadera en lo que se refiere a sus derechos consulares:
agilización de los trámites, apego al tarifario del MIREX y la seguridad de que
el consulado vela por que se respeten sus derechos bajo cualquier circunstancia,
por supuesto, sin interferir con el sistema de justicia local.
La presencia permanente de los funcionarios consulares
en las sedes es fundamental. En demasiados países, los dominicanos han estado
abandonados, ya que los consulados estaban en manos de auxiliares
administrativos mientras los cónsules y vicecónsules se quedaron en nuestro
país. No todos esos administrativos eran desenvueltos en el trabajo ni amables
con nuestra diáspora.
Esto, además, nos desacreditó ante los gobiernos de un
buen número de países y a no pocos les dio luz verde para que conculcaran sus derechos
a nuestros desprotegidos ciudadanos.
Hagamos un propósito de “pequeños logros, grandes
satisfacciones”. Es la mejor manera de trascender, de ser bien recordados cuando
termine nuestra gestión. Y, sobre todas las cosas, de honrar la confianza
depositada en nosotros para que se sienta el cambio, para que los dominicanos luchen
por conservar el cambio y para que añoren el cambio cuando nuestra gestión
termine.
Cuesta poco y vale mucho.
Si preferimos verlo desde la óptica material, tengamos
en cuenta el peso de la diáspora en nuestra economía y facilitemos la vida de
nuestros emigrantes, que para eso nos pagan.
Hacer política no es repartir gorras, camisetas y
banderitas. Tampoco es deshacerse en loas a los líderes, mucho menos estando en
el poder. Desde el poder, la política se hace mejorando la vida de los votantes,
para que no se arrepientan, para que se multipliquen basados ya no en promesas sino
en hechos, y que nosotros podamos pasar el resto de nuestras vidas recordando
con orgullo que cumplimos nuestro deber y un chin más.
¡Que sirva el presente para construir un futuro sólido
y el pasado quede atrás, colegas!
¿Queremos hacer ese pacto? ¡Debemos y podemos!
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¡pá lante!