Discriminación, violencia, autonomía

Moriré sin entender la costumbre de tantos hombres de conquistar a las mujeres, muchas veces a base de embustes y cursilerías, para terminar desacreditándonos, maltratándonos o matándonos, independientemente de que hayan logrado conquistarnos o no. Califican cualquier gesto positivo hacia las mujeres como una condescendencia, como generosidad, “buenagentismo”, altruismo, caridad.

Donde las mujeres estamos mal, nada anda bien. Demasiado se ha repetido que somos la mitad de la población. Parimos, criamos, educamos y mantenemos la otra mitad. Si las mujeres vivimos bajo un régimen de violencia en todas sus manifestaciones, tenemos que convenir en que todo el país vive bajo un régimen de violencia en todas sus manifestaciones.

La discriminación también es violencia. La base del progreso es la solidaridad, no la discriminación. La discriminación, sea a las mujeres, a los ciudadanos dependientes por su condición física, mental o de edad, a los cristianos no católicos, a los no cristianos, a quienes prefieren una vida sexual no aceptada, a quien sea, les impide ejercer plenamente sus derechos ciudadanos, por lo tanto, representa una retranca que, lejos de llevar al progreso, lo pone bien lejos.

¿A partir de qué criterio se desestima o se subestima a un/a ciudadano/a por cualquiera de las condiciones mencionadas? ¿Con qué derecho?

En otros países los niveles de violencia contra las mujeres y demás grupos sociales discriminados han reducido drásticamente proporcionándoles autonomía, elaborando y ejecutando programas de tipo “Estado para la Igualdad”.

La autonomía constituye un instrumento vital para el desarrollo. Sólo podemos ser autónomos/as si no hay restricciones culturales que nos limiten. Por lo tanto, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres es una prioridad política.
La eliminación de todas las formas de discriminación debería constituir el objetivo mayor de cualquier gobierno que se respete, verdaderamente comprometido con “un país mejor, pero para todos y todas”.
Leí en un trabajo presentado en Cuba hace años que es urgente cambiar los patrones socio-culturales de conducta entre hembras y varones, incluyendo la educación a las mujeres en el cabal conocimiento y el pleno ejercicio de sus derechos.
La autonomía es el arma con la que se combate la violencia, la desigualdad, la discriminación y la inseguridad. Será imprescindible que el venidero gobierno de Hipólito Mejía se emplee a fondo para que todos los dominicanos discriminados seamos autónomos.

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