¿Con quién habla el cardenal?



En el vínculo que aparece a continuación y en la edición impresa del periódico Hoy de esta fecha, aparecen unas declaraciones nada cristianas, nada católicas y, francamente, nada decentes (para variar) del vergonzoso y vergonzante cardenal dominicano. Léanlas ahí: http://hoy.com.do/cardenal-pide-a-embajador-estados-unidos-irse-a-su-pais/

Todas y cada una de sus palabras son fácilmente rebatibles. Y su interpretación es más fácil todavía. Los motivos de su ira están a la vista. Hace tiempo que sabemos de qué pata cojea el cardenal. Para empezar, no se sabe a partir de qué criterio le molesta tanto lo que considera inherencia de parte del embajador y está tan seguro de que él si puede meterse en todos los asuntos del Estado, del gobierno y de la sociedad, sobre todo, cuando su casa, en la que él manda, es decir, la iglesia católica, deja tanto qué desear.

De su casa, donde él vive, dejaré los cuentos para otro día. Lo que me pregunto es ¿con quién habla el cardenal? Es que, según él mismo ha dicho, no habla con maricones. 

Si empezamos a contar la cantidad de subalternos, llámense obispos, curas, diáconos, monjas, asistentes y demás que caben dentro de esa definición, incluso con el dejo despectivo que conlleva, elevado a la N potencia por el tono en que él da a la variada nomenclatura, más los incontables miembros de su feligresía, sean declarados o de clóset, y no digo de sus amistades y familiares porque ignoro a quiénes me estaría refiriendo, hay que pensar que el cardenal, si no tiene perritos ni gatitos, no tendrá más remedio que hablar con las paredes de su casa y de la catedral (dudo mucho que hable con Dios ni con sus santos), porque su entorno, como ningún otro, está cundío de pájaros, muchos de ellos con conocidas historias de abusos y otros retorcimientos. 

Y quizás ese hecho, no tener con quién hablar, explique su palabrería cada vez que se le acerca un periodista. Sí, porque, seamos serios, el cardenal es plebe, soez.  Un rastrero barrial, diría una amiga mía, pero no hago mías esas palabras porque no debo ofender a la tanta gente buena y educada que, por razones de su esclavitud en la pobreza, vive en los barrios marginados (de orilla, habría dicho alguien de mi familia), porque, además, no se sabe en qué barrio se vive rodeados de más delincuentes, independientemente de la condición económica.

Quien deba permanecer o quien deba abandonar el país, definitivamente, no es asunto suyo, como no lo han sido tantos otros asuntos en los que ha intentado intimidar a sectores de la población y, de hecho, ha logrado someter a más de un gobierno en los tres poderes que lo componen.

El cardenal tiene suficientes conocimientos y suficiente experiencia como para saber que cada vez que larga un fundazo de esa naturaleza, no solamente muestra su refajo personal, sino el de la incalificable institución que representa y dirige, dejando claro lo que todos aprendimos pequeños: “la verdad pica”. Que se rasque y no joda.

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