De ricos y enriquecidos

Los ricos, aun aquellos que juran tener un cierto nivel de sensibilidad o que viven en la santa paz de conciencia que les proporciona el ejercicio de la caridad cristiana, no pueden darse el lujo de que desaparezca o siquiera se reduzca la pobreza. De los pobres viven, han vivido siempre y pretenden seguir viviendo por los siglos de los siglos. ¿A quién venderles bienes y servicios? ¿A quién explotar?

Los enriquecidos tampoco pueden permitirse el lujo de erradicar la pobreza. Son su materia prima. Es en relación a los pobres que se sienten fuertes, poderosos. Los odian, porque les recuerdan un pasado reciente al que antes muertos que volver. Pero son los actores que les permiten exhibir esporádicas ráfagas de altruismo, de benevolencia, de generosidad (en sus mentes nada transparentes); los que justifican su enriquecimiento súbito, desbordado e ilícito, dizque a cambio de su dedicación a mejorar la vida de los pobres, cosa que saben que, si mejora, se joden. 

Se les cae todo el andamiaje que bloquea la justicia y la justeza. Se les cae toda la mala reputación con la que se han ocupado de envolver a los pobres, como si la ignorancia, el incumplimiento, la falta de modales y de higiene, en fin, todos los males sociales, fueran - no solamente características exclusivas, sino también - culpa de los pobres.

Como bien publicó mi Incómico sobrino prodigio a su tierna edad, es muy cómodo crear una corriente de opinión contra los haitianos sans papiers que "depredan nuestros bosques para enviar carbón a Haití", sabiendo todos, como sabemos, que ellos, como población extremadamente vulnerable, carecen de todo tipo de fuerzas para cometer esas acciones, que lo hacen en su condición de esclavos de los enriquecidos morados. Y esto es sólo un pequeño ejemplo.

Los ricos no son menos de ahí. Una mujer rica que, de haber sido otro el resultado de las elecciones, estaría hoy en una posición a la que habría llegado por ósmosis, fotosíntesis o cualquier otro proceso químico, es decir, que ella misma no era candidata a nada, me dejó seca al quejarse de que estaba tan endeudada que no tenía ni con qué pagar la escolaridad de sus hijas (lo que no le impidió proporcionarles unas vacaciones en Europa, por todo lo alto)

No tan sanamente, le recordé que parte de los negocios de su familia estaban dedicados a la educación, que no tendría que pagar nada si las mandaba a la escuela de la familia. Me respondió, sin vacilación, que no quería que sus hijas se casaran con chopos, ¡esos chopos que mantienen ése y todos sus negocios funcionando y generando ganancias!

Entonces, yo me pregunto cómo esta mujer iba a pasar un período de gobierno retratándose todos los días rodeada de quienes ella considera chopas y chopos con el único fin de lucir, un día sí y el otro también, como la más sensible y eficiente salvadora de los excluidos socio-económicos. O sea, "yo soy rica y no te tengo asco", aunque sí, lo tiene, y mucho. "Yo manejo fondos y los reparto de acuerdo a mi mejor criterio, siempre con los ojos bien abiertos para que no salgas de tu pobreza." Algo así, ¿verdad?

Más los ricos que, no conformes con sus empresas, también quieren las riquezas del Estado, como por ejemplo el caso actual de los empresarios que pretenden ejecutar proyectos con los fondos de pensiones. Y probablemente lo consigan.

Estamos en las manos de grupos desmedidamente ambiciosos que nos necesitan pobres para conseguir y mantener sus riquezas. Les hemos permitido llegar demasiado lejos. Somos sus cómplices y no precisamente pasivos, por omisión. Les dejamos el espacio. Estamos pagando por ello y creo que ya no podemos más con el precio y sus intereses. Bueno, yo no puedo.

Por ejemplo, no he sentido ni una sola voz reclamando la devolución de su parte de los 64 millones de pesos que, según fuentes, recaudó el PRM por concepto de inscripciones de pre-candidaturas, para participar en convenciones y mediciones que no tuvieron lugar. Y sé que muchos reunieron ese importe a base de colectas y préstamos. Como también sé que la mayoría de los agraciados con las candidaturas no pagó tal cuota de inscripción.

No he visto a nadie protestando por nombramientos y contratos espléndidos otorgados por instituciones ganadas en las elecciones a personas que ni van a hacer el trabajo ni necesitan esos ingresos.

Nada, que no hay amor, sino mucho desprecio; que si queremos recuperar lo poco que queda del país moral y material, debemos andar rápido. Ejercer la cohesión social y, principalmente, la solidaridad, que es la base del progreso. Sólo así pondremos en su sitio a todos estos empresarios de la política que nos tienen la vida rejodida. Si los del gobierno no sirven para nada, los de la oposición no han demostrado ser mejores, ni siquiera en sus intenciones. ¡Basta ya!

Chismecito al margen: Me cuentan que Alejandrina no ha ido ni un solo día a su ministerio porque primero están convirtiendo el despacho en una especie de fortaleza, tal es el grado de seguridad que ha exigido. No sabía que ella se sentía tan perseguida ni que corriera peligro real a ese extremo.







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