Una vez más, el vil método morado

No podemos ser tan ingenuos. No hay nada qué celebrar. Quien crea que la destitución de Diandino es consecuencia del escándalo, se equivoca largo a largo.

Danilo es el presidente de la república. Podía haberlo cancelado sin dar explicaciones. Pero antes muerto que perder la ocasión de tumbarle una ficha más a Leonel, eso, sin descartar la posibilidad de que Diandino, no necesariamente por serio, se haya negado a cualquier meneo que le hayan propuesto o solicitado con los chelitos del subterráneo, que también es una obra con la impronta de Odebrecht.

Sí. Diandino tiene razón en dos puntos: uno, cuando el PLD llegó al poder, ya las torres Diandy iban por la número 23, de manera que no llegó en chancletas; de hecho, cuentan los cercanos que Diandino financió buena parte del lujoso ajuar del joven y pobre presidente electo, bueno, y le dio a vivir uno de sus apartamentos; dos, sin regatear razones ni derechos, esa entrevista no fue un estricto ejercicio de periodismo.

Un gobierno que consiente que más de cinco mil de sus funcionarios, en el primer año de su segundo período, no hayan entregado sus declaraciones juradas de bienes, tiene muy poca o ninguna moral para alegar que la de Diandino no guarda relación con la realidad de su patrimonio.

Bueno, déjenme aclarar que no conozco al hombre ni le tengo la menor simpatía, mucho menos pena. De ninguna manera pretendo exaltar virtudes que dudo mucho que tenga. 

Lo que procuro es que tengamos claro que esto no es un triunfo de la lucha contra la corrupción y la impunidad, sino una batalla dentro de la guerra entre bandos de corruptos impunes, que sirve a la vez para continuar los trabajos de desmembramiento del equipo de Leonel.

Tampoco entra en la lista de acciones de Danilo que provocan que se crea que tiene miedo. Danilo no tiene límites. Si le hizo lo que le hizo a Leonel, ¿qué no le hará a cualquier otro? Esta fue una jugada fría, calculada, sin contemplaciones, para que Diandino no vuelva a ser gente más nunca. 

La parte buena de esto es que no tendremos que hacer nada. Se están matando entre ellos. Todavía no hemos visto, y parecemos no recordar, de lo que es capaz un hombre desconsiderado públicamente.

Y de la periodista, no diré nada. Todavía no he olvidado la que le hizo a Hipólito hace unos años, así que me abstengo de hablar de ella. 

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