Historias de emigrantes 1

Con esta historia, comienzo una serie de relatos - algunos divertidos, otros espeluznantes - todos verídicos (con nombres cambiados, por supuesto). Esta es la que más me ha impresionado y la que me ha costado más desvelos, pero que está a punto de convertirse en mi mayor logro y satisfacción, mi medallita, desde que ejerzo la función consular.

Lina

Lina nació hace casi 40 años en la República Dominicana. Fue declarada por su padre tan pronto nació. Pocos años después, su padre jura que una pareja de antiguanos lo adoptó para darle la nacionalidad de esta isla, pero lo que en realidad ocurrió es que obtuvo una segunda acta de nacimiento, falsa, como hijo biológico de la pareja antiguana. Y con su acta de nacimiento falsa, declaró de nuevo a su hijita, esta vez con su recién adquirido apellido, de modo que la niña, igual que él, tenía dos actas de nacimiento. Fue con las falsas que sacó pasaportes para él y su niña.

Así llegaron a Antigua hace más de treinta años. Lina creció sin saber que nació con otro apellido. Su papá siempre se ocupó de renovarle el pasaporte y el permiso de estadía. De hecho, ella nunca había visto sus documentos. El hombre obtuvo su pasaporte antiguano, pero no procuró el de su hija.

Un día, ya Lina mayor de edad, tocaba renovación del pasaporte dominicano para poner al día el permiso de estadía. El papá, que tenía el pasaporte en su poder, le pidió US$600 para que un dominicano residente en Antigua se ocupara del proceso (habiendo un consulado aquí), ella se los dio, y él le entregó un pasaporte nuevecito, con el cual ella pudo renovar su estadía varias veces.

Del mismo modo que ella no sabía que había nacido con otro apellido, tampoco sabía que para tener un pasaporte como mayor de edad necesitaba de una cédula que ella nunca había tenido. Tampoco se le ocurrió preguntarse por qué, con tantos años en esta isla, no tenía residencia permanente ni mucho menos la nacionalidad. Si su papá se hubiera ocupado de eso, ella tendría su pasaporte antiguano y habría muerto sin saber que nació con otro apellido, siendo hija de sus mismos padres.

Hasta un día, hace como un año, que fue a renovar su estadía, y las autoridades de Migración sospecharon que ese pasaporte era falso, se dirigieron al consulado para que lo verificáramos y, efectivamente, el número de cédula que aparecía en la página de datos pertenecía a otra persona, y el número de pasaporte también.

Luego de varios interrogatorios, se concluyó que la mujer no conocía su propia historia, que todo fue obra de su padre. Entonces, en un operativo de la JCE, le imprimieron su verdadera acta de nacimiento, con ella le expidieron su cédula, y procedimos a llenarle una solicitud de su primer pasaporte con su verdadera identidad. 

En la Dirección General de Pasaportes, en primera instancia, objetaron la solicitud, porque "cómo se explica que esté solicitando pasaporte por primera vez encontrándose fuera del país, que cómo salió de RD". Y yo cayéndome muerta, temiendo que la deportaran. La mujer salió del país de 6 años y no ha vuelto, no tiene a nadie allá, no habla español ¡y tiene tres niños aquí, antiguanos, que no podría llevarse! A ella le han dado dos comas diabéticos desde que se presentó esta situación. El marido, inmigrante también, pero de un país lejano, furioso con su suegro. Un cuadro difícil.

Durante la larga espera (9 meses) de la autorización de la DGP para expedirle el pasaporte, conversé con las autoridades locales, quienes acordaron concederle una amnistía y reconocer todos los años que lleva viviendo aquí, al igual que un affidavit para que todos sus documentos (seguro social, certificados escolares, actas de nacimiento de sus hijos, etc.) le sean reconocidos con su nueva y verdadera identidad. ¡El Estado agraviado dispuesto a resolver y el indispensable pasaporte dominicano nada de llegar!

Por fin, acaban de avisarme de la DGP que el pasaporte fue autorizado y que lo recibiré en los próximos días. Pronto podremos, bueno, podrá ella pasar al segundo estadio, siempre con el respaldo del consulado, y con toda seguridad de manera más fluida, que es el proceso de regularización de su estadía en Antigua. Si le reconocen los más de 30 años que lleva aquí, le darán residencia permanente mientras tiene lugar el proceso de naturalización.

No puedo concluir este relato sin agradecer mucho, mucho, el apoyo y la orientación del Departamento del Voto en el Exterior de la JCE en materia de derechos y procedimientos. Sin el Lic. Well Sepúlveda y su equipo, desde que se presentó el caso, no habríamos llegado a este día en que "Lina" está recuperando su calidad de persona. 

La pela que han cogido conmigo en el MIREX y en la DGP, que la cuenten ellos. Ojalá entiendan y valoren que puse el alma en esto, y que ellos también quedan muy bien parados cada vez que se resuelve un caso, no importa si es sencillo o complicado. Todos llegamos adonde estamos por una promesa de cambio y tenemos que cumplirla. Somos adultos a cargo de determinados servicios públicos y debemos ser confiables.

Lo que decida la justicia antiguana con el papá de "Lina" es asunto de ellos. No podemos interferir.

Estoy como unas pascuas. No cambio por nada el alivio que siento y el gusto que me dará entregarle el pasaporte para que esa muchacha empiece a acercarse a la paz necesaria para educar tres hijos y que la armonía regrese a su vida matrimonial.

No les prometo fotos de la entrega, porque no debo exponer a "Lina". Solo créanme que estoy en heroismo full, como un pavo real.

Ahora díganme si les resultan de interés historias como ésta, para saber si comparto otras o no. Gracias.




Comentarios

Unknown ha dicho que…
Excelente claro que me gustaría seguir recibiendo este tipo de información. Gracias

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