Reflexiones post-electorales

Por su doble condición de derecho y de deber, no habría necesidad de declarar obligatorio el voto. En la Era de Trujillo era obligatorio y solo sirvió para legalizar la dictadura.

Más bien, procede despojar el voto de su modalidad de prostitución: Es aberrante pagar a los ciudadanos para que ejerzan su derecho y cumplan con su deber. Más aberrante aun, entregar dinero a los coordinadores para que a su vez lo distribuyan a los busca-votantes.

Los hay que, no conformes con embolsillárselo - si no todo, una buena parte - exigen puestos en el gobierno (¡y se los dan!) para los cuales muchísimos no califican, por carecer de formación académica, educación doméstica y de cualquier vocación orientada a mejorar la vida de los ciudadanos, y solo terminan afectando negativamente los servicios públicos y a sus usuarios, y desacreditando el gobierno para el cual, en realidad, no consiguieron ni medio voto, en muchos casos ni el de ellos mismos.

No es temprano para empezar a reflexionar sobre:

i)         el costosísimo voto en el exterior, que apenas rondó el 20% del padrón, un padrón que, además, no refleja ni remotamente la cantidad de dominicanos que viven fuera (porque, por la razón que sea, no acuden a empadronarse cuando hay operativos de la JCE);

 

ii)       el PRM, que, con la valoración de su candidato a la reelección, su sólido padrón, su poderoso sector externo, y los consistentes resultados de las encuestas, no produjo el 50%+1 necesario para ganar las elecciones. Ganó con el voto de los aliados. Pero no de todos los aliados.

 

En esta ocasión, el repudio al PLD y sus derivados no parece haber jugado el mismo papel que en 2020: pesó menos, es decir, hubo menos votos en contra. Evidentemente, dejaron de ser una amenaza. Los religiosos dirán que gracias a Dios. Permítanme decir que gracias a las multitudinarias Marchas Verdes, que los debilitó, caminando por todo el país con el único propósito de acabar con la corrupción y la impunidad, sin adular líderes, ni unirse ni dividirse por ideologías.

Hay más temas de reflexión, como:

a)  - El exceso de puestos electivos, con énfasis en el Congreso;

- La depuración de los candidatos a esos puestos (de hecho, la actualización de los requisitos para esas candidaturas: la Constitución solo exige una cierta edad, la nacionalidad dominicana, y que sepan leer y escribir, y ni eso lo verifican, como tampoco toman en cuenta la reputación, mucho menos los antecedentes penales). Y esas reelecciones indefinidas de los legisladores hay que abolirla, sabiendo, como sabemos, que en demasiados casos solo les interesa la inmunidad;

 

c) - Las figuras del diputado de ultramar y el diputado nacional salen sobrando. Los del Parlacén también. Ya son demasiados los legisladores provinciales.

 

d)El pago a los legisladores ¡por asistir a su lugar de trabajo!, como si no bastaran sus sueldos y demás privilegios. Y algo habrá que hacer con el desempeño de sus funciones.

 

e)La reestructuración del Poder Judicial, para que sea institucionalmente independiente.

 

Hay más, pero vamos como Jack el Destripador: por partes.





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