Inteligencia, preparación y experiencia



Algunos de mis contactos por las redes sociales, a quienes doy por jóvenes, esperan de mí, me exigen o me atribuyen inteligencia, preparación y experiencia.

Lo gracioso del caso es que todos, en el fondo, buscan que me haga responsable de sus decisiones políticas, específicamente electorales, lo cual, en un adulto, por muy joven que sea, es inaceptable. Entonces, decidí contarles, a ellos y a ustedes, mi historia electoral, para que “por los sábados, deduzcan los días de fiesta”.

Voté por primera vez en las elecciones de 1970, por Francisco Lora, vicepresidente de Balaguer que renunció y formó tienda aparte. El criterio que primó en mi decisión (cumpliría 19 años meses después de esas elecciones) fue el vínculo de amistad entre el candidato y algunos allegados por afinidad o sangre.

En 1974 no voté porque estaba fuera del país, estudiando en Francia. Creo que regresé ese mismo año, pero ya pasadas las elecciones. Cuando, en 1978, fui a sacar el Registro Electoral para votar por “el cambio sin violencia”, para mi sorpresa, me dieron un “duplicado”: aparecía como quien había votado en el 74, al igual que mi hermano, que me seguía en esa lista, y que tampoco estaba en el país para esa fecha, ya que se encontraba en los Estados Unidos y, por cierto, carece del don de la ubicuidad.

En 1982, 1986 y 1990 voté por el PLD. En 1994, que iba a votar por Peña, no voté porque vivía en Cabrera con mucha precariedad y no pude venir a la capital. En 1996, vivía en Puerto Plata, vine, y voté. Y ésta es la experiencia a la que quiero que pongan más atención.

Decidí votar por Leonel, de quien apenas conocía el nombre y tengo que decir que había algo en él que no acababa de gustarme en su lenguaje corporal, en su mirada. No sabía “qué pata puso ese huevo”. Sin embargo, voté por él las dos veces, en primera y segunda vuelta, con lo que quiero decir “a pesar del frente patriótico”. 

Quise abrir el camino a un hombre joven, que no era un caudillo ni un patriarca, de un partido que llevaba 23 años formando ciudadanos, luchando contra los vicios de la pequeña burguesía, bueno, y todo aquel discurso fascinante de aquellas mansas ovejas, cual evangélicos con la Biblia bajo el brazo, tan correctos.

Todo esto se resume en “Los peligros del exceso de fe” del “Libro de los amores ridículos” de Milan Kundera. Si fuera solamente mi vida la que se volvió un infierno desde ese siete veces maldito día hasta hoy, no sería nada. Nos han rejodido a todos hasta no se sabe qué generación, como poco, hasta los bisnietos de nuestros tataranietos. Nos han desacreditado, descalificado, a nivel mundial.

Han convertido el país, literalmente, en un feudo. Todos y cada uno de los habitantes de la República Dominicana trabajamos exclusivamente para ellos, directa e indirectamente. Sólo para ellos trabajarán nuestros descendientes.

Aquí se habla discretamente de una dictadura cuando de lo que se debe hablar con propiedad y abiertamente es de feudalismo.

Por esa razón, mucho más que suficiente, no podemos darnos el lujo de desperdiciar esta última oportunidad que tendremos para sacarlos del poder por la vía institucional, las elecciones de mayo del 16. Ahora o nunca.

Y la única probabilidad de lograrlo es concentrándonos alrededor de la candidatura de Luis Abinader y el PRM. La abstención beneficia la reelección. Votar por otro candidato opositor, por bueno y serio que sea, es dispersar el voto en contra, y también resulta en beneficio para la reelección.

Todos los demás periquitos, las quintas patas de gatos que andan buscando los pretendidos puristas, son plumas de burro en estos momentos. La situación no está para esos detalles. Tenemos que concentrarnos en el peligro que estamos corriendo todos nosotros y los que todavía no han nacido.

Por favor, no me pidan “argumentos convincentes” para votar o dejar de votar por Luis. Luis está ahí, visible, tangible todo el tiempo. No pica ni muerde. No tiene hambre vieja. No tiene resentimiento social. Es un ser feliz, realizado, que se ha dispuesto a ser el instrumento del cambio. 

No conforme, tiene la decencia de no presentarse como el salvador, sino como el trampolín, la transición hacia el cambio real y definitivo. No nos promete el paraíso, sino el purgatorio, sin duda mucho más llevadero que el fuego del infierno. Porque, seamos sinceros, no solamente es deudas lo que tenemos que pagar, sino culpas. ¿O no hemos sido cómplices por omisión de todos los desmanes morados?

Del mismo modo en que me he estado ocupando de que todos mis relacionados conozcan personalmente al candidato del PRM y de la Convergencia, les recomiendo, queridos contactos, que en vez de pedirme opinión, se ocupen de conocer a Luis y, a partir de su propia impresión, definan la intención de su voto. 

Y dejen de estar señalando defectos y errores. Los tiene, los comete. Tampoco sigan criticando a los adultos mayores del partido. Están haciendo un trabajo invaluable. Ahí sí es verdad que hay inteligencia, preparación y experiencia, puesta al servicio de la causa, para beneficio nuestro.

Yo puedo y quiero, pero no debo hacerme responsable de decisiones ajenas. Sólo apelo a su espíritu de colectividad. Eso sí, tengan claro que no les perdonaré que, por estar de necios, nos veamos obligados a seguir en éstas. No sé ustedes, pero yo no aguanto más.

No olviden que son ustedes, los jóvenes, los que tendrán que pagar la monstruosa deuda a la que el PLD nos ha comprometido, nos sigue comprometiendo y, si los dejamos, nos comprometerán hasta el fin de los días. Son ustedes quienes vivirán sin agua, sin recursos naturales, sin oportunidades, con todos sus derechos conculcados y todos sus deberes elevados a la N potencia para no estorbarlos. Sometidos por completo al servicio del PLD. 

Si es así como quieren vivir, criar a sus hijos, y envejecer, hagan de cuenta que no he dicho ni escrito nada. 

P.S. En 2004, voté por Hipólito. En 2008, voté por Miguel (creyendo votar contra Leonel). En 2012, voté por Hipólito. Y está claro que en 2016 votaré por Luis. Después les cuento mis experiencias en las desaparecidas elecciones de medio tiempo, como candidata que fui. 

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