Lo prometido es deuda



Les prometí contarles mis experiencias en las elecciones legislativas y municipales, más que como votante, como candidata que fui.

En 2002, la coalición de partidos de izquierda abrió su boleta electoral a ciudadanos de conocida trayectoria de inquietudes sociales, me acerqué, me acogieron, y fui candidata a diputada. En ese tiempo, yo tenía una presencia fuerte en los medios de comunicación. No solamente escribía en periódicos y revistas, sino que me invitaban a muchos programas de radio y televisión de gran audiencia.

El MIUCA y todos sus dirigentes me dieron un apoyo que nunca olvidaré. Las actividades que organicé para promover mi campaña tuvieron mucho éxito. Mi propuesta electoral tuvo un gran impacto. Nadie me negó respaldo económico. A la hora de la verdad, me contaron 73 votos. 

Aparte de todos los que no votaron por mí, sucedió que algunos dirigentes de los partidos de la coalición que originalmente no eran candidatos, terminaron metiéndose en las boletas y, como consiguieron la representación del Distrito ante la Junta, no solamente manejaron el presupuesto asignado de acuerdo a su mejor criterio, sino que, por el cuestionable sistema del voto preferencial, sumaron para sí los votos de los demás integrantes de las boletas.

En 2006, fui candidata a diputada por el PRSD, mejor conocido como el Partido del Toro o el Partido de Hatuey. También hice una campaña exitosa, tuve apoyo de amigos de otros partidos y todavía estaba en los medios. Un compañero de boleta, que dirigió la mayor parte de los delegados, a pesar de que los dejó abandonados a su suerte y terminé haciéndome cargo de esa logística, también amarró la representación ante la Junta del DN, y consiguió que contaran como suyos los votos de sus compañeros de boleta. Total, tampoco ganó.

En 2010, fui candidata a regidora por el mismo partido. Nueva vez, tuve gran apoyo de mis relacionados, aun de otros partidos. Puedo decir sin sonrojo que mis actividades y propuestas marcaron una diferencia. La boleta municipal no era de voto preferencial, sino de arrastre. Me colocaron en la tercera posición. No ganó ni el primero.

Esta vez, habría querido postularme de nuevo para regidora, ahora por el PRM. Pero ya les conté que eso cuesta un dinero que, si lo tuviera, ni muerta lo gastaría en eso. Sería admitir que no vale nada tener un cierto camino recorrido, un nombrecito. Sería ponerme un precio, demasiado barato en un sentido y extremadamente caro en otro. No. Como dicen los jugadores de dominó, paso y gano.

Lo que sí tengo claro es que en esta ocasión, nosotros mismos, los dirigentes de los partidos, estamos obligados a hacer el trabajo de delegados en los colegios electorales, porque colocar en esas posiciones a personas que, por diferentes motivos, sean vulnerables a pequeñas o medianas sumas de dinero a cambio de firmar actas en blanco, cuando menos, hacerse de la vista gorda, es poner la iglesia en manos de Lutero.

Creo que la matrícula del comité político del PRM, al que pertenezco, alcanza para cubrir todas las mesas. Debemos disponernos a pasar esa jornada donde nos toque, donde haga falta, por remoto que sea el lugar. Y denunciar cualquier anormalidad al instante. No podemos dar tiempo a que, una vez más, nos saquen la lengua, nos pongan de mojiganga. No queremos pasar más tiempo con las manos en la cabeza, jalando aire, que esta vez no serán cuatro años, no.

Es de vida o muerte ganar el Poder Ejecutivo y tener una representación revolucionaria, moderna y mayoritaria en el Congreso y los Ayuntamientos. Eso, o declararnos propiedad de los señores feudales.

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