Extraña naturalidad

Por más que digan que la corrupción es mundial, es sorprendente que los dominicanos permanezcamos imperturbables ante las pocas noticias que nos llegan sobre la administración de nuestro patrimonio.

Hace tiempo que vivimos al salto de la pulga, que nuestro nivel de vida ha bajado significativamente, que quien/es nos dan trabajos, mayormente picoteos o botellitas ofensivas sienten que nos están ayudando, que nos están haciendo un favor y que, felizmente, todavía algunos de nosotros contamos con allegados que, cuando pueden, comparten aquello de lo que disponen, ya sea en donación solidaria o en préstamo igualmente solidario, del mismo modo en que tienen la certeza de que hicimos o estamos dispuestos a hacer lo mismo con ellos y con otros.

Y ni así reaccionamos ante las alucinantes cifras que nos restriegan los morados gobernantes, ya no a diario, sino más de una vez al día. 

Muchísimos de nosotros cubriríamos todas nuestras necesidades, nuestros compromisos y hasta aseguraríamos nuestra vejez si dispusiéramos de doce millones de pesos, suma que sólo veríamos en nuestras manos si jugáramos la loto y la ganáramos. ¡Ese era el monto de los gastos diarios del egregio asesor de imagen y campaña del presidente de la república que quiere ir por más! Pero no pasa nada.

Esta actitud no se compadece con la que adoptamos cuando, por ejemplo, despedimos a un/a empleado/a por llevarse cualquier pendejada para su casa, por hacer alguna llamada con cargo a nuestro teléfono o celular, por quedarse con el vuelto de cualquier pequeña compra.

En resumen, empleamos nuestras fuerzas en combatir los pequeños robos y abusos de confianza, mientras permitimos que nos arrebaten todo, que nos nieguen el uso y disfrute de nuestras propias pertenencias, que nos conculquen nuestros derechos más elementales con el único propósito de mantenernos en la indigna situación que venimos viviendo desde que nos cayó esta maldición morada.

Somos sus esclavos. Vivimos cada vez peor para mantenerles su insaciabilidad. ¿No es tiempo de ponerlos en su puesto? ¿No nos parece que ya basta, que traspasaron por mucho todos los límites? ¿O es que queda quien quiera más de eso, quien pueda soportarlo?

Sé que estamos desmoralizados, desesperanzados, pero no podemos dejarnos vencer si no queremos seguir pisoteados, explotados cual trabajadoras sexuales por sus proxenetas y, de ñapa, la policía. Debemos dar una lección, en primera instancia pacífica, no solamente para eliminar la plaga, sino para advertir a quien ocupe su lugar que no nos quedaremos en un simple cambio de caras, que no permitiremos más abusos, más dolo, más atropellos. Y entonces proceder a organizarnos de otro modo, con miras a dejar el Estado en mejores condiciones para nuestros descendientes.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Memorias de Gestión Consular

De seguros y servicios médicos

Prestigio prestado