Engáñame, que me gusta

Partiendo del falso criterio de que los niños no entienden y si entienden, olvidan pronto, crecimos y luego criamos a base de mentiras que se caían de la mata y que luego, olímpicamente, justificamos con una estupidez, mientras nosotros en la infancia y más tarde nuestros hijos, creíamos y creían que esas mentiras eran piadosas, motivadas por amor, cuando menos, para salir de un momento doloroso o desagradable.

Empecemos por el cuento de que nos trajo una cigüeña. Luego, "cierra los ojitos, que eso no duele", y encima, "¿viste que no dolió?". Que si Santicló, que si los Reyes, a los de mi generación, que Trujillo era tan bueno que sólo se equiparaba a Dios. "Te golpeo porque te quiero" (en no pocos casos: "tu papá me golpea porque me quiere"), y así, la vida entera en un círculo perverso de engaños consecutivos, de tal modo que no conocemos otra forma de relacionarnos afectivamente con los demás. De hecho, relacionamos íntimamente la autoridad, el modelo a seguir, con la capacidad de mentir.

Es así como nos manejamos en todos los aspectos de la vida. "Miénteme más, que me hace tu maldad feliz." La verdad siempre ha tenido muy mal olor. Admiramos la franqueza, siempre y cuando no se nos aplique, sólo cuando se refiere a otros. Somos grandes evasores de la realidad y, por extensión, de nuestras responsabilidades, incluyendo las más serias. En esa evasión apoyamos nuestra felicidad, nuestros momentos de alegría, cuando menos, de alivio temporal.

Vivimos en función de mentiras. Desde que asimilamos la historia de la creación del mundo, versión iglesia católica, hasta la vida eterna, en la misma versión, que puede resultar más recia en las versiones de otras iglesias cristianas, todo en nuestra vida marcha sobre una base falsa.

Lo malo es que, en la misma medida en que somos capaces de inventar mentiras a la velocidad de la luz, creemos en las mentiras ajenas. Mientras más grandes - no necesariamente mejor elaboradas - más fe les ponemos. No contamos con que nadie nos diga la verdad. No valoramos ni respetamos a quien nos la dice.

Todo eso y mucho más, lo detectó el PLD más a tiempo que otros partidos. Aprendieron temprano que el verdadero lema de los votantes dominicanos es "engáñame, que me gusta". Y se entrenaron a nivel de maestría en el ramo.

Para no ir más lejos, sólo lean siquiera unas líneas del discurso de lanzamiento de campaña del candidato a la reelección. ¡El presidente de la república, al final de su mandato, del cuarto gobierno de su partido, hablando de inclusión social! Ya se había referido al tema el día de Duarte, diciendo algo así como que el ideario de Duarte contenía la solución a ese abrumador problema, que sólo había que apegarse al referido ideario, como si hubiera sido publicado por primera vez en esos días, como si nadie hubiera podido leerlo ni un día antes, cosa que de hecho, sí es verdad: ¿quién ha leído el ideario de Duarte? Muchos ni saben que Duarte dejó un ideario, o que sus ideas fueron recopiladas y publicadas.

Todos los logros de los que alardea el presidente-candidato, toda la sensibilidad que pretendió exhibir hacia los sectores excluidos, están dirigidos con mucha frialdad y mayor planificación a mantenernos sumidos en la pobreza y, preferiblemente, terminar de hundir y esclavizar en ella a los que faltan, si acaso faltan. 

Y la mentira más linda de todas (fueron muchas): "(éste será) mi último período", cuando la verdad es que si se reelige, no se apeará de ahí nunca más. Será su último período, pero no de cuatro años, sino hasta que la muerte lo separe del cargo.  Ya ha dado demasiadas pruebas de que no tiene límites.

Si lo permitimos, estaremos dando una prueba más, la peor, a nuestros descendientes, de que somos irresponsables y cobardes, que no luchamos, que no cuidamos el patrimonio que ellos heredarán: el Estado, que nos pertenece a todos, no al comité político del PLD.

Nacimos en una dictadura. ¿Queremos morir en otra? ¿Es eso lo que queremos para nuestros hijos y nietos, que pasen por lo que pasaron nuestros abuelos, nuestros padres y no pocos de nosotros?

Después, muy pronto, cuando haya que vivir estrictamente para no molestar a los morados gobernantes, no se pongan las manos en la cabeza, por no haber hecho un pequeño esfuerzo de dignidad.


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