La juventud y las mujeres

Me pregunto si esos dos numerosísimos sectores de la población han decidido resignarse a vivir con su insatisfacción, con sus carencias, con su desamparo, su desigualdad, su exclusión, su inseguridad. Sólo eso explica que Danilo esté contando con que se reelegirá con esos votos, los de los jóvenes y los de las mujeres.

Si en la capital las cosas están color de hormiga para mujeres y jóvenes, la vida que llevan en pueblos y campos es inenarrable. No es pensable que, luego de estos 16 años morados, puedan querer más. No sé cómo es que las encuestadoras llegan a sus conclusiones, ni de dónde sacan los números que publican, porque no han sido pocas las imágenes, tanto en fotos como en vídeos, que muestran claramente el paso de los vehículos de lujo de las caravanas reeleccionistas sin que los moradores salgan a vitorearlos o a seguirlos. Puertas y ventanas cerradas, calles desiertas, incluso en los puntos donde colocan tarimas con música a todo dar y quién sabe si algún brindis. Y miren que nos encanta un "vamualpueblo".

El repudio a la reelección es claro. Por masoquistas o ignorantes que seamos los dominicanos, los niveles de hartazgo son mayores. A los peledeístas y sus aliados se les fue la mano con el desparpajo, esa necesidad de los acomplejados de sentirse mejores que los demás a base de teneres, sin importarles que los mismos no les pertenecen, sino que se los han arrebatado a los verdaderos propietarios y sin inmutarse por haber dejado a los dueños reales en la pobreza, eso sí, boronéandolos para que no se mueran y sigan siendo testigos de la ostentación.

No falta quien se les sume esperando que se le pegue un cierto bienestar, aunque sepa que con ello están sumiendo al resto en la esclavitud, pero de ahí a ganar con el voto de la juventud y de las mujeres, el trecho es largo.

No, esa gentuza no puede seguir en el poder. Quienes los apoyan son nuestros enemigos. Son conciudadanos, compatriotas indolentes, dispuestos a que nos hundamos cada vez más en la miseria en aras de su opulencia personal, como si ellos merecieran y nosotros no.

No es verdad que los jóvenes y las mujeres, ni del pueblo ni del campo, pueden estar resignados a sus insatisfacciones, al extremo de votar para mantener en el poder al partido y a los hombres y mujeres que nos han puesto en estas condiciones. No es verdad que toda esa gente que cierra las puertas y las ventanas de su casa cuando pasan las lujosas caravanas va a votar morado.

Y va a ser mejor salir de ellos pacíficamente por las elecciones que por la fuerza. Ningún/a joven que se respete, ninguna mujer que se valore y que le duelan sus hijos/as quiere esto ni para sí misma ni para su descendencia.

Estamos hartos de mantener la dolce vita de esos resentidos a expensas de nuestros malabares para no caer en el abismo del cual hace rato vivimos al borde. ¡Basta ya!




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