¿Será que ya lo olvidamos?

¿O decidimos vivir con eso, en complicidad total? Me refiero a la reelección. A las reelecciones. A esa reforma constitucional a cambio de "reelección por reelección", más diez millones, más una yipeta. A la kilométrica fila de yipetas cero milla pintadas con motivos reeleccionistas paseando por todo el país A la promesa del morado senador y secretario general del partido ofreciendo permanencia en el cargo al presidente de la Junta si el PLD ganaba las elecciones. A los tres mil delegados de los que nunca se supo cómo fue que renunciaron o los despidieron. A los tan onerosos como inútiles scanners. A los resultados de las elecciones, con todos los supuestos ganadores juramentados sin el aval de las actas certificadas. 

¿Qué clase de resignación es ésa, de parte de los ganadores atropellados, los perdedores y, principalmente, los votantes? Repito, ¿decidimos vivir con eso? ¿Decidimos declararnos cómplices de todos los males que nos afectan y aguantar, tranquilamente, que empeoren, que nos empeoren la vida?

¿Nos agrada sentirnos como arrimados, pagando todos los gastos y viviendo arrinconados en nuestra propia casa? ¿Queremos que nuestros descendientes y los descendientes de nuestros descendientes paguen esa bola de nieve que es la hipoteca de la casa de todos, el país?

No es que me extrañe. Es que me irrita. Así empezamos y así seguimos. Todos los gobiernos, uno tras otro, haciendo y deshaciendo y nosotros como si nada. ¿Empezaron los apagones (hace más de 40 años)? ¡Inversores y plantas! ¿Empezó a escasear el agua? ¡Tinacos y cisternas! ¿Falta de transporte? ¡Un carro por cabeza! ¿Colapsó la educación pública? ¡Colegios, mientras más caros y más lejos, mejor! ¿Que los hospitales son pocilgas y carnicerías? ¡Clínicas, y mientras más procedimientos, medicamentos e internamientos, mejor!

Así, trabajamos hasta el desgaste para el fisco y para los bancos. Que, cuando no trabajamos, cuando no producimos, la vida es incalificable. Y somos tremendamente infelices. No tenemos alegría de vivir. Carecemos de propósito en la vida. Aparte de los esfuerzos titánicos para sobrevivir, se nos va el tiempo entre lamentos y angustias. Pero no nos organizamos. No nos cohesionamos. Cumplimos, forzados, con nuestros deberes, incluyendo los que se inventan a cada rato, y nos olvidamos por completo de nuestros derechos, principalmente el de mandar en nuestra casa común, decidir quiénes la administren y cómo.

En otras palabras, voluntariamente nos convertimos en esclavos. Y los señores feudales, encantados de la vida, sin responsabilidad ni culpa, dada nuestra inexplicable complicidad.

¿Qué vamos a hacer, si es que vamos a hacer algo?

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Cuantas verdades en un solo articulo, suscribo en todos sus parte el contenido de este documento que pone al desnudo la actitud complaciente e indiferente de un pueblo que se conforma con que sus verdugos vivan como reyes.

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