Desconexión

Un grupo de jóvenes del residencial donde vivo decidió visitar a todos los moradores en relación a un problema que nos afecta a todos: la falta de pago de las cuotas a la junta de vecinos ha llegado al punto de tener que rescindir el contrato con la empresa de seguridad.

Obviando detalles tales como el de que dicha empresa es propiedad de un residente que, además, es miembro de la comisión electoral de la junta de vecinos, lo que da conflicto de intereses por todas partes, más lo mucho que desear que deja el servicio que prestan, la realidad es que sólo las dos quintas partes de los moradores pagan la cuota, y que la cuota no es justa.

Los jóvenes plantearon, durante sus visitas, que cada vivienda aporte quinientos pesos, con cargo a su cuenta, para evitar la rescisión del contrato en una época en la que ya es tradición que la delincuencia aumente. La iniciativa ha sido apoyada por casi todas las familias visitadas y los jóvenes han quedado en calidad de héroes. Ignorando el hecho de que la bujía inspiradora fue que algunos se dedican a alquilar y vender viviendas y calcularon que las casas se devaluarían sin el servicio de seguridad, vamos a decir que ¡bien por ellos!

Sin embargo, al narrar su experiencia ante una asamblea extraordinaria que se celebró hace un rato, no lograron ocultar su sorpresa por descubrir que los residentes, propietarios en su mayoría, se sienten desconectados, tanto de los vecinos como de la junta que los rige. A pesar de que casi todos viven aquí desde la inauguración, debe hacer cerca de 20 años, no se sienten parte de esto.

Sumemos a eso el hecho de que en la asamblea no estaba representado ni siquiera el 10% de las viviendas, ni la cuarta parte de la directiva de la junta de vecinos, tratándose de una convocatoria extraordinaria y de urgencia.

Podemos inferir que esa desconexión que sienten los moradores de mi barrio es un reflejo del sentimiento de toda la población dominicana hacia el país y sus gobernantes. Esto es grave. Recordemos que el barrio es el lugar donde se aprende y se ejerce la ciudadanía de base.

Si no nos importa el recinto donde vivimos ni quienes lo comparten con nosotros ni quienes lo administran, difícilmente nos importe nada fuera de ahí. Ni lo micro ni lo macro.

Ahí no terminaron los descubrimientos. Sin negar todas las violaciones a las más elementales normas de convivencia, a las regulaciones urbanas incluyendo el uso del suelo, las leyes sobre la privacidad, el tránsito, los negocios, los inefables anexos, el ornato, y demás, resultó insólita la cantidad de incumplimientos de la junta de vecinos a su propio manual, a los compromisos legales con la alcaldía, a su reglamento, bueno, todo un intercambio de infracciones, a nivel de que "yo me hago de la vista gorda con tu incumplimiento y tú no te metes conmigo". Complicidad de la buena.

Y ésa sí que es la gran diferencia entre la relación residentes-junta de vecinos y la relación ciudadanos-gobierno. Porque con el gobierno no hay quien se meta, pero el gobierno se mete en todo, principalmente en asegurarse que todo el dinero que producimos vaya a parar a sus arcas.

Si no nos fajamos a trabajar por la integración de los vecinos en cada edificio, en cada cuadra, en cada calle, en cada barrio, jamás de los jamases lograremos integrar a la población de ningún municipio, de ninguna provincia, mucho menos del país. Seguiremos desconectados y nos seguirán pisoteando.

Era gratificante pensar y decir que la solidaridad es la base del progreso, pero resultó que la esperanza era verde y se la comió un burro creyendo que era yerba.





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