Forma y fondo

En la semana que hoy termina, publiqué dos artículos en este, mi medio. Quienes tienen blogs saben que el servicio dispone de un medidor de lectoría. 

Me ha llamado mucho la atención que el artículo que escribí el domingo pasado, "Durmiendo con el enemigo", tiene casi cuatro veces más lectores que otro que escribí dos o tres días después, "El problema es la conciencia".

En el primero, me permití hacer una advertencia, principalmente al candidato presidencial que se perfila ganador (y así lo esperamos, lo necesitamos y es lo mínimo que merecemos), para que los votantes tomemos en cuenta un elemento no tan sorpresivo que se puede presentar en breve y que, si nos descuidamos, puede dejarnos a todos, una vez más, con las manos en la cabeza. Ese artículo expone un mal de forma.

En el segundo, expresé mi consternación por la noticia de que un hombre había violado a sus tres hijas, de las que embarazó dos. Ese artículo expone un mal de fondo, a nivel del más profundo de los mares.

Los artículos de los blogs circulan porque los publicamos en las redes y los enviamos de manera directa a quienes no son asiduos a ellas. Y son compartidos o reenviados a sus respectivos contactos por quienes gustan de su contenido.

Así, tengo artículos con apenas 28, 32 lectores. Los tengo también con varios miles, no tantos como otros blogueros más populares o de mejor formación, o de estilo más elegante, o de público cautivo, pero los tengo.

No es que me importe demasiado el movimiento del medidor, aunque no deja de entusiasmar la constancia de que lo que escribo esté gustando. Yo también tengo un ego, y eso me lo alimenta.

En esta ocasión particular, me ha llamado la atención que los lectores hayan puesto más atención a un señalamiento, repito, de forma, que a uno de fondo. Dicho de otro modo, han hecho más caso a una hipótesis relacionada con el peculiar estilo de ejercer la política en nuestro país que a una historia real, desgarradora, que se ha vuelto casi cotidiana y que refleja un mal socio-económico profundo, sin solución a corto plazo y que, por cierto, ni un solo aspirante a un puesto electivo ha incluido en su paquete de propuestas, cual de todas más superficiales, aéreas y en no pocos casos, falsas.   

Como sociedad, estamos amaestrados, domesticados. Aprendimos a aceptar y a convivir con los males que nos afectan, nos embullamos durante dos años con las marchas verdes y aquí estamos de nuevo, en discusiones superfluas, peleándonos por gente que se entiende entre sí, gente que mantenemos a expensas de nuestras precariedades, y dejando, no solamente que la sociedad se pudra más de lo que está, sino viendo indiferentes cómo vienen las generaciones que nos siguen, ya no solo en términos sociales, económicos, políticos y morales, sino genéticos.

Y aquí termino. El domingo pasado, casi llego tarde a mi curso de teatro por estar escribiendo. Gracias por leerme, pero si no me leen, no pasa nada. Feliz día.

Ah, permítanme agregar que pasa lo mismo con las publicaciones en las redes. No se compara el número de "me gusta" y de comentarios cuando se trata de asuntos personales, pura chercha, que cuando se trata de, digamos, llamados a la reflexión. Tenemos que revisarnos. Para que esto se ponga bien, lo primero es que estemos bien todos nosotros. Y cuando digo bien, quiero decir centrados en lo que interesa y conviene, que es sanear la sociedad a la que pertenecemos. No olvidemos que como es arriba es abajo, y nosotros estamos en el mismo medio.


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