El pobre Migue

¿Recuerdan aquella guaracha de la Sonora Matancera que decía “qué le estará pasando al pobre Migue, que tiene mucho tiempo que no sale”? Es lo único que viene una y otra vez a mi cabeza cada vez que pretendo entender por qué Miguelito Vargas, en vez de actuar y reaccionar como el presidente del partido del candidato a todas luces ganador de las venideras elecciones, está actuando, ni siquiera como el precandidato perdedor, sino como un niño malcriado. El cree que está disminuyendo a su propio candidato con sus ausencias y desplantes, pero quien está quedando feo es él mismo. Ahora nos alegramos más de no haberlo elegido porque, si derrotado es tan supremamente arrogante, ¿qué podríamos esperar de él si hubiera ganado? Felizmente, los perredeístas de siempre son fieles a su partido y acuden masiva y militantemente a apoyar a su candidato durante toda la campaña y, por supuesto, a las urnas. El voto del PRD es duro. La popularidad de las candidaturas de Hipólito Mejía y Luis Abinader, dentro y fuera del partido, sube como la espuma, y no una espuma cualquiera. A Hatuey, debido a que salió del PRD por la aspiración reeleccionista de Hipólito, y por su forma de ser y actuar, le luce declarar que no ha decidido apoyar el candidato perredeísta porque éste no se ha comprometido con él a no repostularse en 2016. Personalmente, entiendo que Hipólito no le debe esa promesa a nadie, pero también entiendo que Hatuey quiere reafirmar su apego a los principios de Peña (de la coyuntura de entonces), y no tiene por qué ser incondicional con la causa que le arrebató su propia candidatura, ya ganada en una convención. El caso de Miguelito es diferente. Miguelito, por imposición, es el presidente del partido que presenta la candidatura de Hipólito Mejía. Diferente a Hatuey en diciembre de 2003, Miguelito perdió la convención de marzo pasado. Su comportamiento es incoherente, incongruente, inconsistente, inmaduro, y ojalá no muestre nunca rasgos de perversión, ni de compromisos con terceros. Está actuando como un necio. Eso, en política, es un boomerang ¡de los peores! ¿Qué es eso de no asistir a una convocatoria en la que se le solicitaría formalmente que se integre a la campaña, procedimiento por demás innecesario? ¿Qué es eso de irse de viaje diciendo que respondería la solicitud oportunamente? ¿Qué manera de presidir un partido es ésa? ¿Qué razón tan poderosa tiene Miguelito para, irrespetando el resultado de convención, preferir que el partido que preside a la brava pierda las elecciones antes de que Hipólito sea presidente? ¡Que lo diga! Tenemos derecho a saber. De ser cierto el rumor de que pudiera estar negociando la candidatura vicepresidencial con Danilo, sólo me resta decirle, a ritmo de salsa, que “el que se fue no hace falta, hace falta el que vendrá”. Si no soporta el éxito de Hipólito, que coja un año sabático, o que renuncie a la presidencia del PRD. Pero que no joda más. Como empieza la guaracha arriba mencionada: “Yo no sé lo que le pasa a Miguelito…”

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