La que me faltaba

No se sorprendan si cualquier día de éstos se enteran de que estoy presa por evasión fiscal. Hice una traducción corta a una empresa privada, por un monto de tres mil doscientos pesos, menos el diez por ciento que manda la ley, y resulta que no pueden pagarme porque aparezco “bloqueada” por la egregia Dirección General de Impuestos Internos. Acudí a la misma oficina en la que hace un tiempo tuve a bien inscribirme voluntariamente y me dieron un formulario grandísimo para que lo llenara. No entendí nada de lo que pedía el formulario, que no fuera la certeza de que no correspondía a mi categoría de chiripera de las traducciones. Consulté con una experta y me dijo que no, que fuera a la principal y, en una ventanilla, pidiera un bloque de facturas fiscales para persona físicas. Ahí me enteré de que primero tenía que solicitar al director general el “alta” del “bloqueo”, y esperar diez días para que un inspector me visite y decida mi suerte al respecto. Además, tenía que depositar la carta ¡con firma y sello, de acuerdo a la exigencia!, en “La Feria”, la oficina de la DGII de la Bolívar entre Lincoln y Churchill, nada que ver con La Feria, donde me inscribí cuando vivía en Bella Vista. Sin contar el tiempo, la gasolina, el calor, los tapones, más lo que algún día me costará el nunca bien ponderado “blo” (talonario de facturas) para cobrar un chequecito de menos de tres mil pesos, resulta que mi derecho al trabajo, ya conculcado cuando me cancelaron del puesto en que me encontraron cuando tomaron el poder para dárselo a una cantante amante de un secretario de Estado que la cambió por una productora de televisión y quiso poner tierra por medio, está en las manos de un compañerito del partido morado agraciado con una inspectoría. Puede resultar benevolente y dejarme en la misma muerte civil en que me encuentro, o complicarme la vida por lo que pudiera, de acuerdo a su mejor criterio, considerar como mi evasión fiscal y eso que, repito, de todas mis facturas, me retienen el diez por ciento que manda la ley, y me consta que lo pagan a la DGII, aun sabiendo el (ab)uso que se da a esas recaudaciones. Pertenecemos al equipo de quienes preferimos mantenernos en regla para tener derecho a reclamar, a protestar, y más que nada, ahorrarnos situaciones como la que estoy viviendo. ¡Ja! Mientras escribo estas líneas, me están cortando el agua, cuya fecha límite de pago es el lunes 19 y la fecha de hoy es 15. El hombre ni quiso ver la factura que le mostraría que no tengo atrasos.

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