Aquí sí

Leí en el periódico digital 7dias que “los españoles que abjuran de la fe católica no podrán pedir a la Iglesia que enmiende su partida de bautismo para que conste su deseo de cancelar ese sacramento, en virtud de una sentencia del Tribunal Supremo”.

Recordemos que los sacramentos son pasajes al Cielo y que si morimos sin haberlos recibido, no llegamos. O sea, no pensemos jamás que la iglesia asegura su militancia bautizando menores sin voluntad ni conciencia, o que no quiera borrar a nadie de sus libros para no admitir que el número de fieles reduce de manera oficial.

El caso es que esos católicos por bautismo ya no se conforman con quedarse bautizados y llevar su vida en otra fe o filosofía, sino que quieren sacar sus nombres de esas listas de pasajeros al Cielo, haciendo constar así que, de ir al Cielo, lo harán por otra vía, o que sencillamente no van para allá.

Me atrevo a invitar a esos españoles, considerados apóstatas, a darse un viajecito por nuestro país. No he sabido de ningún caso de anulación de bautismo, pero siendo el bautismo un sacramento, es decir, teniendo la misma categoría del matrimonio, estoy segura de que no habrá la menor objeción para anularlo a quien quiera.

Es que, debido a los excelentes resultados de la labor apostólica de la crema y nata del clero dominicano, muchas mujeres, y sobre todo, muchos hombres que ya van por segundas, terceras o cuartas nupcias, sin contar todas las veces que no se han casado, quieren estar en gracia divina, asegurar que irán al Cielo a pasar la vida eterna a la derecha del Padre (cada día me convenzo más de que el Padre es zurdo).

Imagino lo doloroso que es para los usuarios esa parte del trámite que exige declarar al/a cónyuge demente, infiel o estéril aunque tenga prole, por cierto, del/la mismo/a solicitante del insuperable servicio.

Anular un matrimonio, dicen, cuesta de veinticinco a cuarenta mil dólares. Total, un milloncito de pesos, lo que cuesta cualquier carrito de piripipao para un/a amante, y con la necesidad que tiene la iglesia de cualquier dinerillo para su apostolado, se paga con gusto.

No sé cuánto podrá costar deshacerse de un sacramento para no recibir ningún otro. Porque, detrás de la anulación de un matrimonio, aparte de la comunión, viene otro matrimonio que también genera óbolos. Pero, lo importante es que resuelven el problema a quienes ya no quieran estar bautizados en la fe católica. Sólo hay que pagar.

Supongo que la anulación del bautismo debe salir más barata, ya que, diferente al matrimonio, se administra sin el consentimiento del beneficiario, debido a que la iglesia manda a bautizar lo más pronto posible desde el nacimiento, aunque nadie quita que se aplique el sistema de los tantos contratos de adhesión que firmamos por ciertos servicios, que a la hora de cancelarlos antes de su término, por la desesperación que causa esa sensación de estafa, nos cobran una multa grandísima. Y, pensándolo bien, el bautismo es un compromiso de por vida, igual que el matrimonio.


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