Lectura comprensiva

Los de mi edad recibimos clases de lectura comprensiva en la escuela. Eso nos ha sido de gran utilidad en la vida para entender lo mucho o poco que leemos y, de paso, lo que oímos, independientemente de la profesión u oficio que hayamos escogido, y también independientemente de que estemos leyendo u oyendo sandeces o conferencias magistrales.

Recuerdo la importancia de las preguntas. Por ejemplo, una oración que a muchos de ustedes les va a encantar: “Durante el gobierno anterior, Hipólito te subió el arroz”. Si de casualidad no entendemos su contenido o la intención de quien emite la oración, podemos hacernos las siguientes preguntas: lo primero es determinar la acción, que en este caso es el verbo subir en pasado simple (acción concluida en el pasado, descontinuada en el presente); luego, por supuesto, el sujeto que realiza la acción, o sea, quién cometió la acción de subir, cuya respuesta es, sin dudas, Hipólito; enseguida, el objeto directo de esa acción: qué fue lo que el sujeto subió, y nos queda claro que se trata del arroz; después, el objeto indirecto de esa acción del sujeto: a quién el sujeto le subió el objeto directo, y sabremos de una vez que fue a ti; y por último, en qué circunstancias. Siempre respetando las palabras y la intención del emisor del mensaje, en el que sólo aparece la circunstancia de tiempo, la pregunta será: “¿cuándo el sujeto subió el objeto directo al indirecto?”, y ahí tenemos la respuesta más grata y socorrida de nuestra historia contemporánea: “durante el gobierno anterior”.

Miren qué fácil es entender lo que leemos y escuchamos. Claro que a veces, los asuntos que nos ocupan la atención y el tiempo pasan a una velocidad tal o nos agarran tan desprevenidos que no podemos detenernos a desmenuzarlos, pero una vez hacemos el hábito, eso viene automáticamente y llegamos al punto de no necesitar hacernos esas preguntas para entender los textos escritos y hablados.

Les sugiero que se entrenen con otras oraciones, porque si se mantienen practicando con ese ejemplo, la van a pasar muy mal cuando Leonel, apegado a un derecho constitucional restablecido por los perredeístas, se reelija el año que viene. Para entonces, “durante el gobierno anterior” desaparecerá como por arte de magia, sin necesidad siquiera de prohibirlo. Al menos, es seguro que no se usará más cuando sea trate de la circunstancia de tiempo de las alzas de precios y otras insignificancias.

Pero no vamos a hablar más de Leonel y sus indiscutibles suertes, primero con Balaguer en el 96, luego con el PPH en el 2004, y también para el 2008 ya que, repito, hasta la reelección reimplantada encontró.

Aprovechemos que todos los problemas heredados del gobierno anterior, los que puedan haber quedado de mucho antes o surgido después, están resueltos, que el gobierno actual - y próximo a la vez - desarraigó el sectarismo, por lo que nadie ha quedado sin empleo, ni se niega trabajo a quienes critican al gobierno.

Vivamos el regocijo de que los funcionarios funcionan, disfrutemos la paz de que nuestro dinero no podría estar en mejores manos, aunemos esfuerzos para que no solamente Prim, sino todos los componentes de todos los poderes del Estado sigan viajando en primera clase, siempre y cuando no haya disponibilidad de vuelos privados, para su mayor confort y mérito.

Ya que estamos todos tan holgados, mientras esperamos lo poco que nos falta para equipararnos al mundo desarrollado, el metro, y quién sabe, quizás también la isla artificial, permítanme recordar mis años de maestra para darles algunos “tips” de ortografía tanto a quienes escriben como a quienes comentan.

Pongamos un poco de atención a la escritura, tomemos en cuenta pequeños detalles tales como la palabra “tuvo”, que es la forma del pasado simple en tercera persona singular del verbo tener con la que se refieren, fuera de aquí desde luego, a quienes ya no tienen más nada, diferente a “tubo”, ese cilindro hueco que sirve para distribuir líquidos, mayormente el agua que, por cierto, abunda y ha vuelto los tanques, tinacos y cisternas tan prehistóricos e inútiles como las velas, los inversores y las plantas.

En otro orden, tenemos el sufijo “izar” (léase bien: sufijo; no me refiero al verbo que se escribe y pronuncia igual). Al agregar este sufijo a cualquier palabra, indica “hacer”. Si agregamos “izar” a la palabra “real”, ésta se convierte en “realizar” y a partir de ahí significa “hacer real”. Agregado a “parálisis”, se convierte en “paralizar” y entonces significa “hacer parálisis”. Y así sucesivamente.

Creo que no es demasiado difícil para un adulto aprender que “izar” se escribe con Z, al igual que los apellidos españoles que terminan en EZ, sufijo que quiere decir “hijo/a de”, por ejemplo, Rodríguez, hijo/a de Rodrigo; Jiménez, hijo/a de Jimeno; Pérez, de Pedro, y así sucesivamente. Excepción: “hijo de la gran (señora aquella)”.

Y por hoy, los dejo. Estamos a mitad de semana y, a pesar de este bienestar económico que nos abruma a todos, hay que trabajar para no perder el hábito, por si vuelven los tiempos malos que no cesan de amenazarnos. Les prometo esforzarme para que esta onda me dure hasta el sábado, a ver si recuerdo algunas lecciones de Moral y Cívica que tampoco recibieron ustedes, los más jóvenes, y valoren su utilidad a la hora de ejercer la ciudadanía y, de manera muy especial, convivir.

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